a historia de los clubes de fútbol se escribe por ciclos. A etapas de esplendor suceden periodos de crisis. Nadie se salva, ni los más antiguos y poderosos, aunque quienes tienen sus estructuras más consolidadas soportan mejor las épocas de vacas flacas. En el caso de Osasuna, está viviendo años de bonanza. Después de tener colocada al cuello la soga de la desaparición, ha remontado -gracias a las plantillas, directivas, afición e instituciones- hasta disfrutar de una situación envidiable tanto en lo deportivo como en lo social. Buena prueba de ello la encontramos este fin de semana, con tres compromisos cruciales que por si solos describen la situación de la entidad. El primer equipo juega en Bilbao Bilbao con opciones de terminar la Liga en el octavo puesto, a un paso de la aristocracia de la categoría y a dos de las plazas de competiciones europeas. El femenino estrenará el reformado estadio para una ocasión especial: avanzar en el sueño del ascenso a la máxima categoría. Y el Promesas perseguirá en Tajonar tener una plaza la próxima temporada en 1ª RFEF, la tercera categoría del balompié estatal. Más que un hecho casual, es el resultado del trabajo bien hecho. Por un lado, la estabilidad conseguida en la plantilla profesional al sostener, pese a las malas rachas, la figura del entrenador, Jagoba Arrasate, como líder del proyecto. Por otro, la plasmación de una apuesta que cree en los principios de igualdad aplicados al deporte. Osasuna no solo ha dado espacio a las mujeres sino que anima su progresión deportiva, reconoce su aportación al club (el miércoles pasado tributó un homenaje a la capitana Mai Garde) y no les pone techo en su aspiraciones. Por último, el éxito del filial es un refrendo a la labor de formación con la cantera en tiempos en los que la inversión en el fútbol base no garantiza ni la permanencia de los mejores chicos ni su llegada al último escalón. Por otro lado, el salto cualitativo del equipo femenino y del filial supondrá un mayor desembolso económico al club, escenario este que debe ser respaldado y refrendado por los socios. Porque en el fútbol, crecer supone ingresar más pero también gastar más, y estar siempre al albur de los resultados en el terreno de juego. Y hay que andarse con tiento para que los éxitos no te hagan perder la cabeza.