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Cambio obligado de centro

Te levantas una mañana del 7 de enero de hace 12 años con la ilusión de que ese día va a nacer tu primer hijo. Nervios, ilusión, sueños? y te dicen que es ¡síndrome de Down! No tienes ni idea de lo que eso significa. Aparte de sus rasgos físicos, ¿qué más tengo que saber para afrontar el futuro?

Van pasando los años y juntos recorremos un largo y tedioso camino, lleno de obstáculos que poco a poco va superando. Inicia su etapa escolar y se abre un mundo ante él. Lleno de dificultades, pero que con el apoyo del centro escolar y del millón de amigos que va a haciendo, pasito a pasito consigue alcanzar sus metas.

¡Ay! Pero lo duro está por llegar. 12 años y cambio de ciclo educativo. Tiene que pasar a la ESO y para eso se necesitan aulas especiales, como él. Pero no hay dinero, para esto no hay dinero. No importa que su centro educativo quiera abrir las puertas a la normalización y a la inclusión. ¡No hay dinero! Y Marcos no entiende qué es eso de que no hay dinero. Él pregunta si tiene que cambiarse de colegio “porque es tonto y le cuesta pensar”. Y nosotros, los normales, los que pensamos tan rápido, no sabemos darle una respuesta.

No me hablen más de integración, por favor. No me hablen más de adaptaciones, ni de inclusión. ¡Háganlo! ¿Saben qué opinan los padres de niños especiales? Que su hándicap no son sus hijos, sino la administración, esa que en teoría está para ayudarlos. Nadie ni del Creena, ni del Departamento de Educación ha ido a conocerlo. Nadie ha ido a preguntarle que está sintiendo? porque es Down, pero tiene sentimientos. Y lo que siente es que ni para sus amigos, ni para su hermana, ni para sus primos, para ninguno de los que tienen su misma edad, es especial. Es Marcos, que estudia con ellos, que juega con ellos? ¡que quieren que siga en clase con ellos! ¿Alguien les ha preguntado a ellos?

Marcos es mi sobrino. Tiene 12 años. 12 años de lucha y progresos.