Un día, en nuestra clase de Filosofía, nuestro profesor nos dijo que nos imaginásemos un mundo perfecto y luego que viéramos cómo está ahora, analizando las diferencias entre ambos.

Enseguida vi que en mi mundo perfecto no había pobreza y no porque me lo imaginase sin pobres, sino porque me lo imaginaba con personas que compartían lo que tenían. Tampoco había guerra, no porque no existieran los conflictos, sino porque había perdón, no venganza, que es lo que se da hoy en día.

El mundo que yo imaginé era justo, porque nadie le quitaba al otro lo que necesitaba. Si a alguien le faltaba algo, se encargaban los demás de darle sin que se lo pidiera porque existía la empatía. En mi imaginación todos se amaban, no había violencia de ningún tipo porque ¿cómo vas a herir al que amas? En mi mundo todos vivían con dignidad, nadie era mejor que el otro. Todos eran diferentes, cada uno con sus cualidades y defectos.

Y yo pienso: ¿por qué no nos amamos y estamos siempre odiando, envidiando, robando, asesinando, mintiendo...? Será porque tenemos miedo, miedo a quedarnos solos, miedo a quedarnos sin cosas, miedo a que el otro sea mejor, o será culpa de nuestro mayor miedo, el miedo a la muerte lo que nos hace comportarnos así. La verdad es que aún no he llegado a una conclusión de por qué existe el mal en el mundo. Quizás forma parte de nuestra libertad de elegir. Tal vez nuestro mundo es perfecto y no sabemos o podemos verlo, porque al igual que en un libro o una película, que hasta que no se llega al final no se puede saber si el bueno ha ganado, es posible que en nuestro mundo hasta que no llegue el final no podremos ver que toda esta realidad tiene un papel muy importante y que el bueno siempre gana.