Hace unos días me hicieron por teléfono una encuesta sobre intención de voto, normal teniendo en cuenta la vorágine electoral en la que estamos inmersos. Todo iba bien hasta que se me preguntó sobre el mayor problema que yo veía en la sociedad navarra. Mi interlocutor empezó a enumerar los supuestos problemas: “el paro, la situación económica, la situación política, la imposición del euskera?”. En este punto me dio un cortocircuito y empecé a soltar chispas. ¡La imposición del euskera! No daba crédito a lo que acababa de oír. Entonces le espeté a mi paciente encuestador que el euskera no se estaba imponiendo en Navarra, que la promoción de nuestro idioma no era ningún problema, y que la encuesta me parecía totalmente tendenciosa. Dicho lo cual proseguimos con la encuesta y, al finalizarla, pedí disculpas al buen hombre que estaba al otro lado del teléfono por mi brusquedad anterior. Él no estaba haciendo más que su trabajo, que no era otro que el de leer la encuesta y apuntar mis respuestas.

Llevábamos lustros aguantando que, de una forma u otra, nos intentaran relacionar a los euskaldunes con la violencia y la actividad terrorista. Ahora que no hay tal, la derecha política y mediática ha creado un nuevo concepto que lo repiten hasta el infinito y más allá: “la imposición del euskera”. De tal forma que es como si una no pudiera existir sin la otra. Cada vez que se refieren al euskera es para anteponerle de forma sistemática lo de imposición. La falacia se ha permeabilizado tanto que hasta en las encuestas electorales se enumera como problema de la sociedad navarra. ¡De verdad, qué aburrimiento!

Desde el principio de esta última legislatura se han hecho cambios en materia lingüística, más o menos profundos (no voy a entrar en esta cuestión) para fomentar una de nuestras dos lenguas, la que está en situación de vulnerabilidad, el euskera; y para que empiecen a hacerse efectivos los derechos lingüísticos de los vascoparlantes en su relación con la Administración. No ha sentado nada bien a esa derecha este cambio, porque todo lo que se haga en esta dirección es para ella “imposición del euskera” de forma inequívoca. Desde el principio imposición del euskera ha sido incluso que las familias de la Ribera pudieran elegir también, con total libertad, la enseñanza en el modelo D para sus hijas e hijos; o que algunos ayuntamientos de la zona no vascófona por mayoría democrática de sus plenos pidieran al Parlamento de Navarra ser incluidos en la zona mixta. Partiendo de la premisa de que poder elegir el euskera libremente es una imposición, su no imposición ¿qué sería? ¿no poder elegirlo?