En mi familia hay un poco de todo tipo de opiniones. Cuando nos juntamos todos se nota bastante y a veces salen chispas de las conversaciones. Casi todos creen tener razón y ni se escuchan cuando hablan, como si estuvieran tirando dardos desde pequeñas ciudades amuralladas. Así, desde lo alto de las murallas, lanzan flechas contra las otras ciudades. Dardos, flechas, balas, catapultas? Todos se consideran de lo más civilizado. ¡A cual más civilizado! Pero yo creo que rara vez se escuchan. Lo único que quieren es demostrar quién tiene razón.

El domingo pasado fue una auténtica batalla campal. Y todo por un tema tan redondo y tan bonito como un balón. Resulta que mi tío Fran, que es concejal del Ayuntamiento donde vive, estuvo el año pasado involucrado en una campaña de eliminar las señales que había por el pueblo que prohibían el juego con balón, patines y bicicletas en las plazas y calles. Y defendía a capa y espada que los niños (por supuesto, también las niñas) debemos aprender a jugar por las calles con nuestros balones y bicicletas, respetando al resto de gente: gente mayor, gente con muletas o en silla de ruedas, bebés en carritos, etcétera. Y la tía Maite, que es maestra en un colegio público, defendía, con la misma intensidad, la prohibición de los balones en el patio de su escuela. Así que en su cole en los recreos están prohibidos todos los juegos que se juegan con balones o pelotas. Y entre la tía Maite y el tío Fran, que siempre han estado defendiendo las mismas cosas, se empezó una bronca que creo que va a marcar un antes y un después. Al tío Fran le parece fatal que se prohíba el balón en cualquier sitio y por eso participó tan feliz en esa campaña de cambio de señales que decía al principio. Dice que hay que educarnos para tener en cuenta a las otras personas. En cambio, la tía Maite insistía e insistía en que los chicos, ellos, son los que ocupan todo el patio, dejándonos a las chicas arrinconadas y sin espacio para jugar a otras cosas. Así que, para evitarlo? ¡fuera balones!

A mí sí que me pasó siendo más pequeña que no me atrevía a meterme en el juego de los chicos porque chutaban con mucha fuerza. Claro, que eso era porque los que jugaban eran más mayores que yo. Pero la cosa ha cambiado porque ahora vamos al recreo por edades y así estamos todos con parecida fuerza y corpulencia, y además la profe de gimnasia nos ha ido enseñando esos juegos de balones y pelotas para jugar entre todos, chicos y chicas, y que luego jugamos cuando nos apetece en el recreo. Cada vez más chicas nos vamos animando a jugar con los balones.

Después de muchos recreos jugando al fútbol, al baloncesto, al bote-bote? volviendo a clase sudando y feliz, llegan las vacaciones y suelo pasar unos días en la playa y, aunque no conozca a nadie, me resulta muy fácil ponerme a jugar siempre que haya un balón por medio. “¿Puedo jugar?”. Es una fórmula muy sencilla que me enseñó mi primo Mikel. Tú vas a una playa, y si ves unos cuantos niños que sean más o menos de parecida edad a la tuya, y están jugando con un balón, simplemente usando ese truco puedes pasar una tarde fantástica sin parar.

Y ahora que ya he llegado al punto de atreverme con todo esto, ahora que sé cómo intentarlo y cómo pasarlo bien? escucho a la tía Maite y pido, ¡por favor!, que no llegue esa moda a mi colegio. ¡Qué pena los niños de su cole, sin poder jugar a fútbol, a baloncesto, al balón prisionero, al bote-bote, a voley y a todos esos juegos que nos inventamos cada recreo! Además, si siguen así, luego no sabrán esos trucos para divertirse en el verano. Tan simple como “¿Puedo jugar?”.