Desde la más rotunda condena de cualquier coacción a la libre voluntad de mujeres y hombres, hay que decir alto y claro que así no. Si alguien tiene que demandar algo a otra persona, sea famosa o no, que vaya a los tribunales y firme la correspondiente denuncia con nombre y apellidos, lo cual no es óbice para que su identidad sea protegida siempre que así lo acuerde el tribunal. Porque echar basura sobre alguien, desde el más cobarde anonimato, promoviendo el linchamiento mediático por parte de quienes, estos sí, se creen dioses, o diosas, infalibles en su sabiduría es una absoluta indignidad. Denúnciese en sede judicial, recúrrase a testigos y sea analizado el caso con todas las garantías. Y si Plácido Domingo, o cualquiera, es hallado culpable, que reciba la sanción que corresponda. Lo demás es difamación pura y dura.