n la ley abolicionista de la prostitución que, al parecer, pretende sacar adelante la ministra de Igualdad, Irene Montero, se debería contemplar el caso de que la prostituta no sea una víctima de la trata, la explotación o la esclavitud sexual, sino que eligiera voluntariamente esa triste alternativa a la precariedad laboral o como medio de subsistencia más lucrativo que otras profesiones. Una peculiaridad de ese proyecto de ley supuestamente estribaría en que se penalizaría en todo caso al putero, aunque haya sido la mujer la que proponga la transacción, como si la fémina se encontrase siempre en una situación de vulnerabilidad, cuando podría suceder que mujeres dotadas de gran belleza física o turgentes encantos sensuales intenten aprovecharlo para lucrarse precisamente en una época donde asistimos a una terrible banalización de la sexualidad y a su completo desligamiento de la moral y del amor por parte de amplios grupos de personas, tanto mujeres como hombres. Esa futura ley debería poner el foco en combatir con encono la trata, la explotación y la esclavitud sexual, pero no entrar en la moral individual, porque existen otros códigos morales que, en la inevitable alternancia de poder, también se querrán imponer a la sociedad, con la consiguiente protesta de quienes pensamos que la libertad es un valor a preservar por sí misma; el debate entre la libertad individual y la potestad del Estado para coartarla en aras de la moral atañe a otros muchos asuntos: aborto, eutanasia, maternidad subrogada, etcétera.

Entre los hombres a los que se denomina peyorativamente puteros habrá que diferenciar al que ejerce una posición de superioridad de quien resulta embaucado por una mujer seductora. Por otra parte, aunque el número de prostitutas es muy superior al de chaperos o prostitutos, la ley debería abordar también la prostitución masculina, ya sea con otros hombres o con mujeres. En la película Belle de jour, del director español Luis Buñuel, exiliado en Francia tras el golpe de Estado de 1936, la actriz Catherine Deneuve interpreta el papel de una mujer de alta posición que se prostituye voluntariamente, como un juego frívolo. ¿Contemplará la nueva ley esta casuística? ¿Se penalizaría también ahí al hombre? El Estado debería centrarse en luchar contra las redes de explotación de mujeres y contra los proxenetas, y agotar sus fuentes de financiación. Simultáneamente, se deben ofrecer salidas laborales y apoyo psicológico a las víctimas de la trata y de la prostitución, con una labor concienzuda por parte de los Servicios Sociales. No estaría de más que se incida en la prevención, con una educación afectivo sexual desde edades adecuadas. No obstante, el Estado no debería legislar entrometiéndose en la conciencia moral del individuo, a no ser que nos sometamos todos y en todos los casos a las directrices morales del Gobierno de turno, también cuando gobierne la derecha. Me declaro totalmente en contra de la prostitución, lo mismo que de otras prácticas que me parecen igualmente nefastas, pero creo que lo que piense yo sobre la moral debe de importar más bien poco o nada. Por lo mismo, tampoco importa lo que piensen otras muchas personas ni determinados colectivos porque la democracia se basa en un régimen de libertades sociales e individuales. No estoy tratando de defender al putero ni de reivindicar el derecho a prostituirse, sino de expresar mi convencimiento de que el Estado no debe imponer, sin un amplio consenso social, ninguna doctrina moral, ni tan siquiera el puritanismo feminista, con el que en realidad no estoy en desacuerdo. Como diría Bill Clinton, "es la economía€" y las relaciones laborales lo que principalmente debe preocupar y ocupar a nuestros gobernantes y legisladores. Ahora bien, en cuanto se constató la pandemia del coronavirus, tendrían que haberse clausurado los locales y pisos de la prostitución. Tal vez se hizo así, no lo sé, ya que esos focos y receptores de infecciones atentan contra la salud pública.

El autor es escritor

El Estado debería centrarse en luchar contra las redes de explotación de mujeres y contra los proxenetas, y agotar sus fuentes de financiación