Todos los servicios de seguridad y diplomáticos rusos están en alerta máxima, pues la UE ha enviado a Pep Borrell, responsable de las relaciones exteriores, a Rusia para entrevistarse con su homólogo, Lavrov, y negociar el suministro de la vacuna Sputnik. Se supone que sin comisiones. Su porte soberbio impone respeto, pues en Rusia es reconocida su épica en defensa de causas perdidas como ministro de Exteriores de España ante los tribunales internacionales. Existía tensión contenida. Efectivamente, había que hurgar en el grano por la detención de Navalni.

Es habitual que se interceda en defensa de los derechos humanos, sobre todo en países en los que, como en Rusia, son conculcados. No es el caso de España. Pero el ministro Lavrov acusa el golpe y responde que es un asunto interno de Rusia y que si hay que protestar por los derechos humanos, en España, patria de Borrell, hay presos políticos condenados en el Procés de Catalunya, por tanto, que se aplique el cuento y que se proteste por la conculcación de los derechos humanos en la UE. Como es lógico Borrell se sintió ofendido, ignorando que su responsabilidad era como líder diplomático de la UE. Tiene poco de tal, pues se descontrola con facilidad ante polémicas que no domina, por lo que tuvo que limitarse a ponerse de perfil y disimular en espera a que escampe. Pero nuestra ministra de Exteriores, la vasca Arancha González Laya, en un golpe de agudeza propio de nuestros servicios diplomáticos, ante los medios declaró: "En España hay políticos presos, pero no presos políticos". Ante la originalidad de nuestra ministra propia de un genio, se ha provocado en Rusia una profunda crisis que se espera que obligue a Putin a liberar humillado a Navalni. Una vez más, el español Pep Borrell, al frente de la diplomacia europea, evita una crisis en la UE, lo que reafirma nuestro prestigio internacional.