Leo en un periódico local un artículo firmado por G. Castillo de la Facultad de Psicología de la UN. Tengo que decir que el escrito ha llamado mi atención para una detenida lectura por dos motivos, uno es el tema que desarrolla, "la mentira en política", y el otro el nombre de su autor. Respecto al primero de mis motivos, diré que el hecho de que la mentira se haya establecido en política como una herramienta válida y efectiva no deja de asombrarme, y me pregunto dónde están aquellos tiempos en los que la mentira desprestigiaba a su autor/a e incluso acababa con su carrera pública. Es probable que con el tiempo sea la mentira la que consiga acabar con la política, o por lo menos con "esta política" que se practica hoy.En cuanto al segundo aspecto que ha requerido mi atención es el hecho de que conocí a don Gerardo siendo profesor del centro donde yo estudiaba de niño. En dicho centro reconozco que, a pesar de que se presentaba la verdad como un valor positivo, había mucho de incoherente en lo que luego nos transmitían en relación con la Religión, porque la realidad era que nos metían una mentira detrás de otra. Por poner algún ejemplo, sin el más mínimo rubor nos intentaban hacer creer que en cada misa se producía un milagro (pan y vino convertidos en cuerpo y sangre), o nos decían que allá por el año 33 d.C. su líder fue asesinado, pero que estuvo muerto solo tres días, y luego gracias a sus poderes resucitó, o que este hombre había nacido gracias a la acción de una paloma en el vientre de su madre... ¡toma ya! Podría seguir largo y tendido sobre las muchas mentiras que nos contaron por motivos religiosos con el objetivo de manipular nuestras vidas, pero con estos ejemplos podemos ver que muchas de las críticas que don Gerardo hace a la clase política se pueden aplicar a la Religión que nos intentaban enseñar.Estoy muy de acuerdo con don Gerardo en que uno de los aspectos que esconde el uso de la mentira como estrategia es la "falta de argumentos", pero no coincido tanto con él cuando afirma que es por falta de imaginación, por lo menos no en el caso de las enseñanzas religiosas. Parece que a pesar de tener mala prensa, la mentira puede ser tan efectiva para captar tanto votantes como creyentes.