conomía y ecología son dos palabras que comparten la misma raíz del griego, eco, que significa casa. Economía serían las normas de la casa. Ecología, la inteligencia de la casa.

Para la sociedad global de hoy cuestiones como el PIB, la tasa de crecimiento económico del país, los índices de gasto, de consumo, de empleo, son muy importantes. Todos ellos forman parte de nuestra cultura y dan sentido a la dirección vital de la gente. Pero no dejan de ser unas normas inventadas por una ciencia para ordenar su conocimiento. Por su parte, según la definición de Heráclito en el V a.c., logos es la inteligencia sustancial presente en todas las cosas las cuales pierden el sentido de su existencia si se apartan de él. Por lo tanto, ecología es la inteligencia que dirige, ordena y da armonía al planeta y sus sistemas. Esta inteligencia es imprescindible para la vida. La economía capitalista sin embargo es prescindible porque se trata de un discurso humano cultural, es decir, puede cambiarse por otro. Hasta ahora, las normas diseñadas por economistas han marcado la prioridad en nuestras vidas. Y es posible que antes esas normas dieran orden y armonía al devenir humano. Pero ahora esa economía ya no responde a un sentido humano, sino que responde esencialmente a sí misma. Y esta es la base de la crisis civilizatoria. Por eso es momento de poner la ecología por delante de la economía fosilista financiera. De poner la esencia del planeta por delante de las necesidades de un sistema intelectual humano.

La teoría de la evolución sirve para explicar la evolución biológica de los seres vivos. Esta evolución es precedida por cambios en el medio. Cuando una especie es capaz de cambiar y adaptarse al nuevo medio tiene éxito. El primate humano es un ser cultural. Para evolucionar, el primate puede cambiar su cultura. Ser capaces de hacerlo significa que somos fuertes y tenemos éxito. No hacerlo nos convierte en una especie derrotada.

Este cambio de prioridades económicas a las ecológicas supone un proceso intelectual y emocional de adaptación a la nueva realidad. En la práctica, una toma de responsabilidad que genere un cambio. Estamos en un momento histórico que impone una gran transformación a la sociedad humana global. Debemos actuar, o lo que es lo mismo, evolucionar. Sin embargo, grupos de poder como empresas, partidos políticos, medios de comunicación adoptan posturas contraproducentes a esos cambios. También por inercias, la actitud de la mayoría de la gente es de pasividad. Esta irresponsabilidad y parálisis tienen su origen en los sistemas de pensamiento, en nuestra cultura fosilista.

La cultura construye argumentos para dos clases de fines: ordenar intelectualmente la realidad o influir en nuestros sentimientos. Y con la crisis capitalista irreparable los argumentos compiten: una parte de la comunidad intenta demostrar la verdad intelectual y social de los retos para enfrentarlos. Otra, a través del régimen de posverdad global, intenta emocionar para que perdamos la capacidad de razonamiento ante esa realidad y así evitar los cambios o controlarlos en base a intereses privados. Y lo que es peor, también engañando voluntariamente. El resultado incide en la problemática. Una tendencia es evolutiva y supone salvar la especie. La otra es involutiva y significa que nuestra civilización es idiota. Ahora cada cual debiera reflexionar individualmente sobre qué grupo primate quiere representar.

La autora es miembro de Iruña Gerora

Estamos en un momento histórico que impone una gran transformación a la sociedad humana global