Ya se sabe que los gustos son polisémicos, van y vienen: tortilla con cebolla o sin, fritada de ajos o no sobre un rodaballo, políticos incongruentes que revolotean cual si fueran engullidos por un tornado. En fin, extrañas maniobras que, lejos de pasar desapercibidas, crean mosqueo y discordia. El término que se usa para definir el cambio de agujas que permite mudar de una vía a otra, derecha o izquierda, se llama puerta giratoria. Ahora bien, ¿es lo mismo ambición que codicia? Podría interpretarse como equivalente, pero intentar medrar en la profesión que cada cual desempeña es legítimo. Cosa distinta sucede cuando para llegar a tal fin, se profana la lealtad, fidelidad, principios y confianza depositados por quienes aceptaron el honor de la palabra dada y remuneraron sus servicios, sea empresa, partido político o cualquiera otra ocupación. Esto último se llama cambiar de chaqueta y también de sastre. Transfuguismo por favores y/o dinero es otro alias. Ningún partido tiraría la primera piedra. El penúltimo caso pasó de tertuliano socialista de encendidos discursos antilobistas a deslumbrante por gratificado fichaje por su otrora contendiente Iberdrola. Aunque Carmona se vista de seda, la mancha queda. ¡Qué difícil es cuando todos caen, no caer también!