A la convención itinerante de la derecha española que ha tenido un éxito arrollador se le ha atragantado a Casado porque una vez más se ha equivocado. Se le ocurre invitar a Sarkozy como un icono y le hace un panegírico exaltando sus virtudes como presidente de Francia rayando lo bochornoso. Con tan mala fortuna que al día siguiente un juzgado francés le condena a un año de prisión por corrupción. Podría haber elegido alguien menos problemático. José Mari Aznar, en uno de sus ramalazos como graciosillo que le han hecho famoso, sale en defensa de la Hispanidad y no se le ocurre otra cosa que hacer un juego de palabras mal expresado con el apellido de AMLO, presidente actual de Méjico, porque ha exigido a Felipe VI que pida perdón al pueblo mejicano por la conquista. En la convención, Aznar, mostrándose grosero se vino arriba azuzado por la masa enfervorizada por la euforia de los que se concentraban en el auditorio, los que sacan rentabilidad de los cargos que ocupan gracias al partido, al margen de la ofensa que se derive si el Gobierno de Méjico presenta una queja diplomática oficial. Pero es que Aznar es de una simpleza meridiana, pues su agudeza se centra en algo tan cruel como fue la destrucción de Irak porque declaró que Sadam Hussein poseía armas de destrucción masiva, lo que justificaría aquella masacre humanitaria y la desaparición de una nación solo para justificar su aniquilamiento en venganza por la humillación que le supuso a EEUU la destrucción del Word Trade Center. Es ser inhumano para mentir justificando este crimen de lesa humanidad comparable con la Endlösung y ahora el motivo para alimentar a la gleba de un partido esencialmente corrupto. Ambos truhanes participan de las tramas de la crueldad de los necios insensibles. Esperemos que los electores les exijan responsabilidades.