oy conmemoramos el Día Internacional contra el Cambio Climático, un fenómeno que en 2030 provocará que 135 millones de personas más en el mundo vivan en la pobreza y se sumen a la ya dramática cifra actual de más de 700 millones de personas cuyas vidas son tremendamente complicadas porque la pobreza les aboca a un enorme sufrimiento mental, físico y emocional.

El cambio climático es una amenaza constante, grave y real que se ceba con la población más vulnerable y agudiza su tragedia. Un gran número de países con índices de pobreza muy elevados como Nepal, Camerún, Liberia o República Centroafricana están expuestos a fuertes inundaciones. En otros casos, como en Guatemala, la sequía y las lluvias torrenciales están arrasando las cosechas, y desde 2020 una plaga insólita de langostas ha destrozado los cultivos del cuerno de África, intensificando las hambrunas casi endémicas de países como Kenia, Etiopía o Somalia. Estos son solo algunos ejemplos del inmenso impacto medioambiental y social que tienen nuestras acciones.

También sus efectos son visibles en Navarra, como queda recogido en el informe de 2018 El cambio climático en los Pirineos: impactos, vulnerabilidades y adaptación, coordinado por el Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC). En los últimos años, la temperatura se ha incrementado en 1,2 grados y las precipitaciones han descendido alrededor de un 2,5% por década. Esto ha provocado que el manto de nieve haya disminuido de forma significativa y que la mitad de los glaciares pirenaicos hayan desaparecido. Además, las previsiones no son nada halagüeñas: de seguir en la misma línea, la temperatura continuará en ascenso, aumentando el riesgo de incendios y de fenómenos meteorológicos extremos, no solo en la zona pirenaica, sino en toda la comunidad, con sequías y fuertes lluvias torrenciales en la zona de la Ribera y las Bardenas que repercutirían en sectores como el agrícola o ganadero.

Evitar cambios en el clima provocados por causas naturales, como pueden ser los desencadenados por la erupción del volcán de La Palma, no está en nuestras manos, pero sí evitar los cambios antropogénicos, que son consecuencia directa de la actividad humana. Si bien los gobiernos y grandes empresas tienen un papel fundamental a la hora de adoptar medidas que frenen o al menos ralenticen estos efectos, nuestra responsabilidad social y a título individual es innegable y, en este sentido, la opción por un consumo más sostenible puede ser clave.

Nuestros hábitos contribuyen al empeoramiento de la situación en la medida en que consumimos indiscriminadamente, sin conciencia. De ahí la importancia de una reflexión colectiva sobre las repercusiones que tiene nuestra alimentación, el gasto energético o el vestir determinada ropa y calzado. Podemos optar, por ejemplo, por adquirir prendas más duraderas, revender o reciclar las que ya tenemos antes de tirarlas, o negarnos a formar parte de la llamada fast fashion, esa moda rápida que hace variar casi semanalmente los escaparates de las grandes marcas y multinacionales y que esconde detrás, no solo los problemas medioambientales que estamos enumerando, sino condiciones laborales muy cuestionables e incluso inhumanas. La industria textil es

la segunda más contaminante del mundo tras la petrolera. Sirva como cifra alarmante el hecho de que la confección de un pantalón vaquero requiere el uso de 7.500 litros de agua y su producción emite 33,4 kilogramos de carbono.

Así que el simple gesto de mirar la etiqueta de un producto antes de comprarlo y de cuestionarnos cómo ha sido su fabricación y si es una necesidad real o prescindible puede ser el detonante de un gran cambio. Porque las pequeñas acciones individuales sumadas una a una pueden plantar cara a complejos retos sociales como el cambio climático. Nos necesitamos todas y todos para lograrlo. En nuestras manos está abordar el cambio climático consciente y responsablemente.

En representación de Proclade Yanapay, Pueblos Hermanos, y SETEM Navarra-Nafarroa, respectivamente