o me resulta fácil de comprender la enorme difusión que están teniendo los tatuajes durante estos últimos años. A veces no sabemos porqué determinadas pautas de actuación se ponen de moda con gran fuerza y otras no tienen éxito. La Edad Media asistió a la fulgurante extensión de la heráldica. En pocas décadas llegó desde su lugar de origen, en tierras situadas cerca del canal de la Mancha, hasta la península Ibérica y otras zonas alejadas de Europa. Según una idea muy gráfica (parece que debida a Wilbur Schramm), su uso se extendió de la misma forma que un incendio cuando las pavesas son aventadas por el huracán.

Siglos más tarde, el éxito de los tatuajes ha sido enorme y fulgurante. En tiempos pasados su uso fue residual, eran algo propio de marineros, presidiarios o algún aventurero. Pero ahora los utilizan gran parte de los jóvenes. En virtud de los nuevos tiempos, algunas variantes de esa moda se transmiten casi de forma instantánea conforme los medios de comunicación difunden las imágenes de los famosos que los usan.

Cuando veo alguno que me gusta o intriga, si conozco a la persona o me inspira confianza le pregunto por su significado. Llama la atención que en muchos casos han sido largamente meditados. Con frecuencia hacen referencia a la familia: pareja, padres o hijos. También a proyectos vitales de cada indiviudo. Los hay que muestran su adhesión a grupos de distinto tipo (desde equipos deportivos hasta otros de contenido politíco o religioso). Muchos tratan de la lucha y el poder. Existen los que solo exaltan la belleza.

Tanto en los tatuajes como en la heráldica se repiten muchos motivos. Algunos son figurativos. Muestran animales reales o ficticios: águilas, leones, lobos, sirenas o dragones. El sol, estrellas o medias lunas se ven con frecuencia. También hay espadas, flechas, cascos y otras armas. Abundan las rosas, flores y los motivos vegetales (aunque parece que los lises se llevan ahora menos que en el medievo). Existen muchos otros que consisten en franjas, dameros o decoración geométrica.

Las frases, más o menos crípticas, abundan en los dos ámbitos. Parece que el recurrir a un idioma extraño proporciona un toque del misterio anhelado. Carpe diem reza el de una dependienta de un comercio al que acudo. Ese mismo texto podría haber figurado en un lema heráldico. En algunas pocas ocasiones estos dos tipos de símbolos confluyen. Un conocido lleva tatuados en el brazo los dos lobos pasantes del que se supone que es el escudo de armas de su familia. También hay bastantes personas que muestran el símbolo del equipo de sus amores (esa heráldica del fútbol, bastante deficiente por lo general).

Pero, desde un punto de vista social, tatuajes y blasones son espacios muy distantes entre sí. La Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía es una entidad algo peculiar. Al actualizar la base de datos enviaron a sus miembros un cuestionario para que indicaran el nombre, apellidos, creo recordar que también profesión, direccion postal, teléfono, correo electrónico (hasta aquí todo es bastante normal) y... título nobiliario. Si un parece que imposible azar del destino -como un congreso sobre la materia convocado en una playa-, hiciera que sus miembros se congregaran en bañador, apostaría que no abundan entre ellos los tatuajes.

Hace unos años pedí a media docena de tatuadores, establecidos en diversas ciudades de España, un presupuesto para hacer un escudo de armas. Les envié para ello una fotocopia en color de las láminas de El Solar Vasco-Navarro, de los hermanos García Carraffa. En cada una figuran 16 escudos, entre los que había marcado uno. No quería tatuarme, por supuesto. Mi objetivo era únicamente el de darles ideas. Pero en esta operación el éxito estuvo ausente. No he visto que estos símbolos se hayan difundido.

Junto a las similitudes, existen también diferencias. Los usos heráldicos se han desarrollado desde hace siglos. De esta forma surgió un sistema muy reglado. Sus normas señalan, por ejemplo, el modo en el que han de combinarse los colores. Pero también bastantes otras pautas de actuación. Los tatuajes no tienen ningún tipo de regulación. La libertad es absoluta, lo que produce resultados de todo tipo. Hay algunos que son pequeñas obras de arte y otros todo lo contrario (también hay, desde luego, mala heráldica). Con frecuencia los tatuajes son mucho más complejos que un escudo de armas. Constituyen un reflejo de ese mundo en el que vivimos. Pero hay que tener en cuenta que los ornamentos exteriores de los escudos son, en muchas ocasiones, más recargados que el propio blasón.

Otro punto que los dinstingue es el soporte. Los blasones se representan en vidrieras, madera, papel y todo tipo de materiales. Los tatutajes sobre la propia piel. En este punto, la superioridad de la heráldica resulta incontestable.

Pero la diferencia fundamental reside en que los símbolos representados en la heráldica se transmiten por herencia. Su vocación es la de representar a la familia. Por ello, a la hora de crear nuevos blasones hay dos consejos a tenen en cuenta. Para su adopción, conviene que se involucren los parientes destinatarios del mismo, ya que así será algo considerado como propio por todos ellos. Por otra parte, viene bien el representar ese escudo de armas en un objeto bello y no excesivamente voluminoso. Así es probable que sea conservado por las siguientes generaciones, perpetuando su memoria.

A la vista del enorme auge de los tatuajes, es probable que en el futuro también sean creados muchos blasones familiares. La heráldica ofrece una amplia libertad y soluciones estéticas probadas a lo largo de los siglos. Cuenta, además, con esa ventaja adicional de que no hay que grabarla sobre la piel.