En estas mismas líneas, se comentaba la necesidad de preguntarnos si los valores que transmite la Comparsa de Iruña y los que transmitimos en la escuela van al unísono. Pero ¿tiene sentido juzgar la comparsa de los pamplonicas desde hace más de 160 años y querer ponerle unas gafas moradas? Igual lo que sería más importante sería que nosotros fuésemos capaces de ponernos unas gafas que nos transporten al final del siglo XIX, cuando un agote de Arizcun decide representar las partes del mundo conocidas hasta ese momento, en estas figuras que hasta hoy danzan por las calles de Pamplona. Si nos pusiéramos esas gafas, veríamos que, cuando Josemiguelerico pisó por primera vez el adoquín de la vieja Iruña con sus otros siete compañeros, la sociedad pamplonesa estaba seguramente más concentrada en recuperarse de las primeras guerras carlistas que en por qué Braulia iba situada al final de la comitiva.La tradición no puede ser excusa para mejorar, pero es necesario saber diferenciar entre la importancia cultural e histórica, y el objetivo y origen de una comparsa de un barrio de Pamplona, y la comparsa de la ciudad creada por Tadeo Amorena. No podemos caer en modificar y juzgar tradiciones con nuestra visión actual de la sociedad, porque si no, dejarían de serlo, y no sé yo cuál sería entonces la perspectiva de futuro de una modificada "Comparsa de gigantes, gigantas, cabezudos, cabezudas...".