Hace un año, por estas fechas, teníamos unas sensaciones de hartazgo, cansancio, de hastío. Estábamos agotados. Ha pasado un año y a puertas de la entrada al 2022, seguimos parecido. Quizás incluso más cansados, porque no solo no hemos vencido a la pandemia del covid, sino que seguimos inmersos en otras batallas diferentes pero igual de perniciosas para nuestra salud y bienestar. Y en este caso quiero prestar especial atención al debilitamiento mental. Escucho muchas voces a mi alrededor, opiniones muy diversas, contradictorias en no pocas ocasiones y todas ellas rebatidas, defendidas y argumentadas con números recursos; todos ellos sostenibles de alguna manera incluso siendo antagónicos. Podremos pensar que eso no puede ser, que en ocasiones una situación solo puede darse de una determinada manera, aunque siendo realistas, casi todos defendemos aquello que nos interesa, que nos parece mejor o que creemos que es lo correcto; pero no siempre escuchamos o atendemos razones y criterios de los demás. Estos días he escuchado que no actuamos de modo enérgico frente a los enfados que nos provocan las situaciones actuales: gestión de pandemia, subidas de luz, falta de suministros, paros o ERTES, etcétera, etcétera. Sin embargo, discutimos acaloradamente por los resultados de nuestro equipo deportivo favorito o por lo que le pasa a tal o cual famoso que nos lo ponen en la tele. Y mientras tanto, nuestros jóvenes, nuestros hijos más pequeños, los niños, van asumiendo que este es el mundo que les toca vivir, van aprendiendo a salir adelante con sus mecanismos, sus amigos, su gente... porque mientras, se nos llena la boca señalando que tenemos una sociedad sin valores, que hemos perdido criterios que antaño existían, que nadie defiende el interés público, que nos dejamos llevar y que somos unos "borregos" que hacemos lo que nos dicen. Y me pregunto, si nuestros mayores lucharon para que los adultos de hoy en día tengamos una vida mejor, ¿no es esperable que se la podamos ofrecer también a nuestros hijos? ¿No son los valores recibidos los que tenemos que saber inculcar en ellos? ¿Es necesario para ello salir a manifestarse como sociedad? Yo, a la vista de estos dos años complicados e históricos, creo que tenemos que trabajar para bajar la tensión que soportamos cada uno, intentemos hablar más, mediar, negociar, ponernos en el lugar del otro, comprobar que no solo nuestra opinión es la válida, que no todo se soluciona por vías judiciales, que el egoísmo no nos ayuda y que hay que mostrarse críticos con afán de mejora, pero mirémonos a nosotros mismos, que no siempre los demás tienen la culpa. Así seremos capaces de crecer, de recuperar aquellos valores que aprendimos y darnos cuenta de que somos quienes tenemos que vivir estas crisis, donde cada momento difícil es una oportunidad. Y como oportunidad que es, pidamos e incluso exijamos a nuestros gobernantes que estén a la altura de las circunstancias, que gestionen los recursos que hemos puesto en sus manos, no para salvar el sistema, sino para ayudar a sacar adelante a las personas. ¡Que el 2022 sea mejor para tod@s!