ritaba desaforado aquel hombre. "¡Basta ya de crímenes! ¡No a los asesinos de animales!". Gran alboroto animaba el centro de España en la Puerta del Sol, con pancartas y protestas encendidas contra la captura de cotorras, extendidas por la campiña colindante con estruendosos vuelos, desplazando a las especies nativas. Escapadas o soltadas por inaprensivos, llegadas desde América, se han convertido en una belicosa inmigración animal que ahora intentaban erradicar para evitar males mayores. Así se han extinguido algunas especies en el planeta, como en el Pacífico, con la llegada de gatos y ratas que traían los barcos ya en los pasados siglos. Pero hay quienes defienden a las especies invasivas...

Sobre otras invasiones y las muertes que una posible guerra mundial por la cuestión ucraniana pueda producir, ¿para qué manifestarse? Mientras defendían a las cotorras, no se reflexionaba ante lo más importante, ya que en esos mismos días nuestro gobierno enviaba tropas y aviones militares que juegan peligrosamente a cazarse con los rusos. Esperemos que un fallo no precipite la catástrofe. Y cada vuelo nos cuesta una fortuna...

Poco importa que la mayor institución de asistencia, de la Iglesia en su faceta más puramente cristiana, Cáritas, nos alerte. Gravísimo problema. El Gobierno no arregla lo esencial con sus políticas sociales y se dedica a desviar los presupuestos para asuntos de género y otras andanzas, militares o no, mientras un shock sin precedentes se produce en nuestros jóvenes. Casi un millón y medio sufre exclusión social grave. La crisis económica primero y el coronavirus luego han excavado más hondo el foso donde arroja la sociedad a sus excedentes, y hablamos ya de once millones de pobres en nuestro país. El estudio -setecientas páginas- ha sido realizado por más de treinta investigadores.

Es una constante la lucha de unos contra otros, ahora en Crimea y también en el principal partido de la oposición, mañana será en otro lado, pero hay que intentar evitar toda guerra en lo posible y buscar construir un mundo mejor, más allá de las ideologías o los grupos de intereses. Cuando la gente pasa frío o hambre hablamos de otra dimensión de la desigualdad mucho más grave que otras más aireadas y peculiares de grupos muy reducidos de población. Precariedad en el empleo, falta de opciones laborales, dificultad de hallar vivienda, la brecha digital y educativa entre quienes saben y pueden manejarse por Internet y quienes apenas pueden... Estas desigualdades provocan irritación natural en nuestras sociedades que pueden mutar en violencia, delincuencia, guerras civiles. Más de uno de cada diez españoles es pobre.

Aquel manifestante llevaba una cotorra sobre el hombro, como un pirata, alegre de su defensa animalística. Sonreía ante el fotógrafo, sin darse cuenta de que una mancha blanquecina y líquida sobre su espalda había caído del abdomen de la volátil criatura.

Estas desigualdades provocan irritación natural en nuestras sociedades que pueden mutar en violencia