Mil gracias a nuestros amos, mil gracias de parte de un grupo de madres a nuestros políticos por protegernos y decidir por nosotros, seres inferiores, cómo debemos cuidar nuestra salud. Porque, después de gritarlo en manifestación por las calles de Pamplona, nuestras plegarias han sido escuchadas. Fin de la imposición de las mascarillas en interiores.

Dos cursos, 16 meses, alrededor de 500 días, han pasado nuestros hijos llevando durante largas horas las obligadas mascarillas que obstaculizaban su respiración, su concentración, sus relaciones sociales y su desarrollo emocional. Y no sólo en sus colegios, también en las extraescolares y mientras hacían deporte exhaustos e incluso paseando solos en exteriores. Junto con las mascarillas también han llevado el peso del miedo, la culpa y la carga de ser (supuestamente) los irresponsables causantes de miles de muertes sólo por bajarse la mascarilla para comer o coger aire.

Llegaron las vacunas, pero nuestros hijos seguían siendo bombas de relojería que ponían en peligro a los ya protegidos adultos, algunos con hasta 4 dosis, mascarillas ffp2 o incluso doble mascarilla y en ocasiones pantallas.Mientras tanto, hemos asistido perplejas a cómo nuestros conciudadanos asumían que las celebridades: ya sean políticos, tertulianos, actores o deportistas gozaran del derecho arrebatado a nuestros pequeños, el derecho a respirar y, si te descuidabas, hasta gozaban del derecho a insultarnos si osábamos a hacer lo mismo.Dicen los docentes que los niños se han adaptado muy bien a esta medida, igual que se adaptan a la comida basura, al adoctrinamiento, a la desinformación, a los confinamientos estando sanos, a las bajas temperaturas en las aulas... En resumidas cuentas, se adaptan a la tiranía, a la humillante imposición de cualquier cosa que les caiga encima, ya que alguien superior ha decidido lo que es mejor para ellos pisoteando el derecho de las familias a decidir por sí mismas.

Viendo la docilidad de esta sociedad, es un hecho que la tiranía ha venido para quedarse, ya les hemos dejado claro que somos una sociedad sumisa, que pueden hacer con nosotros lo que quieran, incluso les ofreceremos en sacrificio nuestros propios hijos. Sin ir muy lejos, muchos amorosos padres han permitido que violentaran una y otra vez las fosas nasales de sus pobres criaturas, como buenos ciudadanos responsables.Nosotras, ovejas negras del rebaño, hemos tomado nuestro camino en la medida que hemos podido, anteponiendo a nuestros hijos frente a ser un buen ciudadano que se arrodilla y somete sólo por el bien común. Nuestra intuición nos dice que tanta insistencia en que renunciemos a derechos y libertades, y sobre todo a nuestra dignidad por el bien común, huele a engaño y a tiranía.¿Estaremos equivocadas? Perdón, ¿hay ya decreto real contra el derecho a equivocarse?

Aún en nuestro dolor por estos dos años de imposiciones, queremos agradecer a nuestros políticos que por fin retiren la obligación de usar mascarillas en interiores. Agradecemos de paso a tantos cargos importantes que velan por nuestro bien y el de los menores que hayan estado al pie del cañón luchando con tanto ahínco y tesón por el derecho individual a decidir sobre la salud propia. Era ironía.Vista la utilidad e intenciones de todos estos cargos que sustentan poder, desde asociaciones y sindicatos a departamentos y ministerios, confiamos en que nada bueno nos harán en lo sucesivo. Mil gracias por robarnos el sueño. Nos preguntamos si vosotros dormís tranquilos.