Una cosa, en cualquier caso, está clara de cara al domingo que viene: si las fuerzas que conforman el actual cuatripartito obtienen en su conjunto peores porcentajes que los que obtuvieron en mayo de 2015 es que o no han hecho las cosas tan bien como ellas creen o no las han transmitido lo bien que debían o, sencillamente, los votantes han optado en menor medida por ellas y en cambio en mayor por otras. Y esto es la democracia, así funciona, y tan legítimo y justo será un resultado como otro, al margen luego de qué nos pueda parecer a cada cual mejor o peor que gobiernen unos u otros o que no gobiernen unos u otros, que más veces el principal interés pareciera ser ese: que pase lo que sea, pero que no gobiernen esos. Lo que es evidente es que tras décadas de gobiernos de UPN y PSN la llegada de ideas diferentes siempre es positiva, como podría ser positivo que ese camino iniciado tenga algo más de recorrido puesto que 4 años dan para poco, pero, objetivamente y hablando en general, creo que las alternancias en el poder cada 8-10-12 años son buenas, de la misma manera que la suma de diferentes en labores de gobierno es positiva y un horizonte al que habría que aspirar. Por ahora, la división en bloques prácticamente antagónicos hace de esto una utopía inviable, al igual que la fragmentación de una sociedad que viene estando fragmentada desde hace muchos años, no desde 2015 como se vende interesadamente, así como la gran diferencia ideológica entre los muchos partidos que conforman el parlamento navarro. Porque es esta una tierra increíblemente diferente, no ya solo entre comarcas o latitudes, sino incluso entre barrios y calles, con 7 u 8 partidos políticos con capacidad para sacar representación parlamentaria. Una cosa de locos. Veremos si la sociedad apuesta por seguir el camino emprendido o no y en qué lado de la balanza quiere volver a quedarse el ínclito PSN.