Considero -y sé que ustedes estarán en esto conmigo, no tenemos por qué coincidir columnista y lectores en casi nada y les alabo el gusto, pero en esto seguro que sí lo hacemos- que lo ético y justo y lo que a todos nos gustaría si nos pasase a nosotros es que a esta nube que tenemos en Pamplona desde el pasado 31 de octubre y que nos ha dejado ya agua 16 días seguidos -hoy igualaremos el récord de días seguidos lloviendo de esta década en Pamplona, que está en 17 días desde el 12 de enero de 2013 hasta el 28- ya sea el propio ayuntamiento o mismo Gobierno de Navarra le tendrían que pasar de su plaza de interina a la de fija. Reconocerle antigüedad, categoría profesional, idiomas y quinquenios y que, en definitiva, pase a formar parte de la plantilla, visto además que las previsiones hablan de que va estar entre nosotros unos cuantos días más. Yo, de hecho, por las mañanas ya es que levanto la persiana, abro la ventana y le saludo: hola, nube, ¿qué tal has dormido hoy, qué tal los niños, la artrosis, te pillas el puente foral o te toca pringar, valga la redundancia? Y no solo tenaz y trabajadora, eh, caudalosa también. A la hora de escribir esto ya ha traído solo a Pamplona 176 litros, que son más del doble en zonas del norte, llenando los pantanos de Irabia y Eugi -ambos han tenido que soltar agua para dejar hueco para lo que les iba a venir- y poniendo Itoiz y Yesa a más del 50% y 42%, respectivamente, cuando apenas estaban al 40% y al 19%. Y eso a mediados de noviembre, solo en dos semanitas. En la capital, por ejemplo, ya es el cuarto mes más lluvioso de la década y el noviembre más húmedo desde 1984. Son cifras que hablan por sí solas de la calidad de la nube, que seguro que los meteorólogos, que son unos listillos, les dicen que se mueven y son otras y bla y bla bla. Y no. Es la misma hija de la gran puta que ha visto algo y no se quiere ir. ¿Qué nos verán?