engo edad suficiente como para recordar como si fuera ayer el año que fue a Eurovisión La Década Prodigiosa y también tengo en la memoria a José Vélez y a Betty Missiego y a Miki, actuaciones todas ellas que vi en casa de mis abuelos un sábado por la noche de los 70, pensando que aquello era importante, puesto que en televisión se le daba mucha importancia y uno era un niño. Luego ya comprendí que aquello no era importante y por eso no me vine abajo con Remedios Amaya ni con Patricia Kraus ni ya con todos los que vinieron más tarde, pero me sigue pareciendo fascinante el interés que despierta el certamen en España y todo el proceso de elección de quién representará al país en el asunto. Es muy friki todo, tanto que se generan debates encendidos y polémicas y enconamientos como si estuviésemos hablando de asuntos vitales. Reconozco que no vi las actuaciones, pero sí que he leído la letra de la ganadora y no salgo de mi asombro ante el asombro que el nivel de la letra ha provocado en las redes sociales. No consigo comprender toda esa gente que se echa las manos a la cabeza dónde ha estado metida todos estos años y mucho más si nos ceñimos a la música más comercial, la de baile o incluso la que aspira a ser algo más que eso. Hace poco oí una reciente de Rosalía -esa de te quiero ride como a mi bike, hazme un tape modo Spike- y va por esa línea que roza el alcantarillado. A ver, este es el nivel, aunque tampoco olvidemos que Mecano rimaban No hay marcha en Nueva York y los jamones son de York, así que tampoco hay que creer que en este país todos han sido Antonio Vega o Krahe. Pero sí que es real la sensación de que casi todo es bastante ponzoñoso y cuando sale algo mínimamente audible al menos en Eurovisión no tiene ninguna posibilidad, centrada como al parecer está la maquinaria en enviar canciones que sean pura coreografía y poco más. Total pa acabar el 24º.