l final, más allá del ratillo que echas oyendo a unos y a otros y leyendo sus cosillas y que si Cayetana vino a Pamplona y apoya a Sayas y a Adanero y entonces va Esparza y le dice que a ver si ella hubiese estado sin escolta tantos años en Navarra y que así se defiende Navarra -hace mucho que el haber tenido la desgracia de ir con escolta se usa como medalla, aunque también es entendible cuando aparecen por aquí o por allá dos paracaidistas a ofrecer lecciones de huevos y ovarios- lo que nos queda a los ciudadanos no es sino el habitual ruido partidista, de corrientes internas de esas logias masónicas que son los partidos y en los que unos pocos y pocas se van repartiendo desde hace décadas los cargos, los puestos y los sueldos públicos, pues sueldos públicos son los que cobran todos ellos, los que se clavan los puñales y los que no se los clavan no vaya a ser que se les acabe el cotarro. El ciudadano de a pie, que mira a ver si este año la factura de autónomo se le come el 47% de los ingresos o el 33%, el que tiene un sueldillo de miseria para pagar todo este subidón de la vida y pare usted de contar, ante estas situaciones ya comienza a estar hasta más allá de los propios cojones de la clase política, pese a que se les siga votando en proporciones superiores a 6 o 7 de cada 10 electores. Pero, al menos en estos últimos tiempos, da la sensación de que el hartazgo ante sus cuitas es cada vez mayor. Adanero y Sayas, dos políticos profesionales que no sé si sumarán entre los dos 5 años de trabajo fuera de la política, que no han ostentado cargo de responsabilidad o ejecución de ideas ninguno más allá de los de representación en instituciones, elevados a los altares por la derecha y la extrema derecha. Lo mismo diría si fuesen de izquierda, ojo, es lo mismo cuando de pasar lustros atornillados a la silla se trata. Es un circo irrespetuoso e irreal.