a Asociación Española de Pediatría ya está proponiendo que, de manera escalonada y analizando los pasos uno a uno, se comience ya en febrero a eliminar el uso obligatorio de mascarillas en la enseñanza. El enorme cambio que ha supuesto la llegada de la variante Ómicron y su altísima contagiosidad pero menor nivel de hospitalización por cada caso y el avance de la vacunación en todos los grupos de edad -los menores de 5 años no se han vacunado pero no usan mascarilla en el colegio- hacen que la situación sea perfectamente idónea para comprobar si la retirada de las mascarillas influye o no en algo en los niveles de infección. Parece, cuando menos, una medida a estudiar y a considerar, habida cuenta también de que vamos entrando en poco en primavera y que los epidemiólogos creen que aunque no hay nada seguro no parece probable que en próximos meses vuelva a surgir una ola como esta sexta en la que aún nos encontramos. Lo que es obvio es que desde el inicio de la pandemia han sido los menores los que más restricciones han sufrido y los que siguen viendo cómo se levantan montones de barreras en la vida social y ellos y ellas siguen ahí, en clase, con las mascarillas puestas durante 5, 6, 7 y hasta 8 horas y pico los que hacen la jornada completa y utilizan el comedor escolar. Por supuesto, los intereses y la salud del profesorado también son básicos y deben ser tenidos en cuenta a la hora de tomar decisión alguna, pero la medida parece cuando menos un paso lógico dentro de la sucesión de acontecimientos de las últimas semanas. Algunos de estos críos y crías llevan una tercera parte de su vida con mascarilla -un chaval de seis años, por ejemplo- y hora es de que las autoridades sanitarias y educativas analicen seriamente qué pasos dar para que algo tan pertubador como es una mascarilla pueda ir siendo eliminado del mayor número posible de horas de su día a día.