n los últimos días se está hablando bastante acerca de la negativa de muchas personas a quitarse las mascarillas, a pesar de que creo que desde hoy ya no van a ser obligatorias en muchos interiores. Según señalan los expertos, esta negativa se va a dar por muy variados motivos: por temor aún al covid, por inseguridad a mostrar sus facciones, por haberse acostumbrado, por timidez, en el caso de muchos adolescentes especialmente, etc. Seguro, por ejemplo, que les ha pasado con ciertas personas, que les ven la cara diferente a como la que recordaban de hace un par de años. En mi caso la mascarilla me viene bien para continuar con una de las costumbres que más satisfacciones me da: ser un borde y que no te reconozca nadie y no saludar. Esto, siendo triste reconocerlo pero sincero, es una ventaja que da la mascarilla, porque estaremos de acuerdo en que andarnos saludando todo el día los mismos y las mismas media vida es un turre. O, especialmente, que a uno no le apetece lo más mínimo en un momento concreto que le reconozca equis persona y con la mascarilla casi casi no hay que hacer lo que se hacía antes, todo ese tejemaneje de cambiarse de acera, darse la vuelta o ponerse a hablar con el móvil. Ahora, con una buena mascarilla y algún apero más tipo capucha o similar vas como los de Anonymus. Y eso tiene sus ventajas, qué coño, tiene unas ventajas clarísimas. A mi por ejemplo me hundieron hace unos años cuando esta columna tras 9 años sin foto paso a tenerla por obligación a la que antes me negaba y empezó a quedarse gente mirando y yo no sabía ni muy bien ni muy mal cómo reaccionar, porque no sabes si te conoce de verdad y si no saludas eres un borde, no sabes si es por la foto, no sabes ná. Con la mascarilla todo esto me lo he evitado. Pero me la quitaré, qué remedio. Es broma. Es una gozada poder quitársela. Y respeto total a quienes no lo hagan.