o del pobre Casado es triste. Me recuerda el microrrelato aquel de Monterroso, ¿os acordáis? Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Puto dinosaurio. Yo le entiendo, en serio. A Casado, digo, no al dinosaurio. Aunque al dinosaurio también le entiendo, en el fondo. El dinosaurio va a lo suyo. A joder todo lo que pueda. Ya, total, ¿no? Pero el pobre Casado, no sé. Da pena. Seguro que antes de despertar, ya lo sabía. Me imagino que no querría ni abrir los ojos. No los abro, no los abro. Al final, los abre y en efecto: ahí está otra vez el bicho. Qué pesadilla. Pero, ¿qué va a hacer el dinosaurio? Lo único que sabe. Llega un momento en que uno no se imita ya más que a sí mismo, decía Cioran. Y está visto que este dinosaurio ya no tiene nada mejor que hacer en esta vida que eso. Seguir ahí. Seguir hasta el final. Hasta que se muera. El dinosaurio de Génova, así es como yo le llamaría. De hecho, fíjate lo que te digo, ese no se va ni muerto. Ya ves cómo es. Se morirá, pero su fantasma seguirá allí. Terco como una mula. Es el peligro de criar dinosaurios. Cría dinosaurios y te joderán los sueños, qué bonito título para una comedia romántica. No es por incordiar, pero la única solución que le veo yo a esto es demoler el edificio entero, echar unos cuantos bidones de salfumán y empezar de cero. En otro sitio, claro. Bien lejos. Supongo que ya lo estarán considerando. Porque los jueces, también, ¿qué hacen ahora? Menudo marronazo. ¿Encausan a Rajoy? Es el cuento de nunca acabar. La sentencia de la Gürtel ratificada por el Supremo dejó escrita una frase muy fea sobre el partido: Auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional, decía. Eso está ahí. Y no se puede obviar. No es broma. Son palabras mayores. Ya digo: lo del pobre Casado es un papelón. Pero lo de Rajoy, uf. No sé. A ver si sale lo del careo y empiezan las bofetadas. No estaría mal. Por pasar el rato, digo. Sin más.