dmito que últimamente estoy un poco confuso. Más por las tardes que por las mañanas, espero. Pero, en realidad, a todas horas. Lo bueno es que no creo que esto vaya a mejorar en adelante. Digamos que no me parece muy probable. O sea, que me estoy resignando a vivir en la extrañeza. Y si, a partir de ahora, alguien me pregunta dónde vivo, responderé: en la extrañeza. El mundo está muy raro. Yo me pierdo. Todo lo que parece verdad, parece a la vez mentira. Y al revés. Mira a Casado, mira a Sánchez, mira al rey, mira a quien quieras: parecen de verdad y a la vez parecen de mentira total. Es un lío del que no sé cómo vamos a salir. Sobre todo porque no vamos a salir, fíjate lo que te digo. De hecho, las cosas son ya tan complicadas (son tan, a la vez, verdad y mentira), que es completamente imposible que una sola persona pueda comprenderlas. Lo bonito es que a la mayoría de la gente eso le da igual. Y seguramente es mejor que sea así. Por el bien del grupo, supongo. Cada cual se aferra a su errores de siempre para saber quién es. Muchos lo hacen con fiereza. Si algo te identifica son tus sesgos mentales. Algunos solo tienen eso. Como dice Teodoro, lo importante es que nos centremos en lo importante. Y lo importante ahora es el pasaporte covid. Y la carpeta sanitaria. Hay que tener todo eso ya. Ayer pasé por la calle Tudela, qué gracioso. Había una cola indignante. O quizá humillante. Rodeaba la manzana. Y encima estaba jarreando. Para dulcificar un poco la entrañable escena. La chusma plebeya aguanta mazo, tío. Yo también esperé, pero me cansé. Empecé a pensar en el absurdo y el vacío de la existencia, que es un tema que me chifla, creo. Pensé también en lo fácil que es maltratar a la gente, a nada que te esfuerces un poco en hacer las cosas mal. No sé por qué pensé en eso, a veces se me ocurren cosas raras. Estoy confuso hace tiempo, ya digo. Ahora bien, que Dios me libre de los lúcidos: te lo juro.