l amor está desapareciendo, dice Lutxo. Lutxo es mi amigo imaginario. No es real, pero habla como si lo fuera. La amistad está desapareciendo, dice convencido. La gente está mal. Lutxo es un poco de la UPN. Del sector pesimista, obvio. Está afectado. ¿Te refieres a las enfermeras, te refieres a Albert Rivera, te refieres a Javier Esparza, a quién te refieres, viejo Lutxo?, le pregunto yo. Y él contesta: me refiero a todo el mundo. Estamos todos mal. Los que parece que están bien, están fingiendo, dice. Ese es mi Lutxo. En seguida coge velocidad y se embala. Yo intento no hacerle mucho caso, pero es mi amigo. Aunque sea imaginario. No sé, Lutxo, yo creo que estoy bien, le digo. Tú también estás fingiendo, me dice él. Vale, pero entonces ¿no será mejor fingir? Ahí lo dejamos. Nuestros diálogos siempre acaban cuando él se enfurruña y desaparece. Pero normalmente es majo, es muy jatorra. Y puede que, en el fondo, tenga un poco de razón. ¿Quién no está mal? Todos lo estamos. Al menos, en parte. Precisamente estaba leyendo el librito de Horvat (el filósofo del apocalipsis) y me encuentro que dice: Cada vez es más inevitable que ocurra cualquier cosa. Qué tío este Horvat. Me encanta su frase. Es aterradora, supongo, pero tiene un nosequé que me hace gracia. Hasta podría haberla escrito yo. Aunque, claro: cuando se refiere a cualquier cosa, se refiere a cosas espantosas. Catástrofes, más que nada: pandemias horribles, accidentes nucleares, cosas así. La extinción, vamos. Que la derecha esté depre no me parece tan grave. La izquierda siempre está depre y no pasa nada. En cuanto la izquierda se pone un poco contenta, ya parece de derechas. Ahora bien, no sé si te habrás fijado, pero en cuanto la derecha se pone un poco triste ya empiezan a brotar los atuendos paramilitares por aquí y por allá, ya me entiendes. Por allá y por aquí.