algunos paisanos les parece normal, y hasta fenomenal, que Josu Ternera lleve el testigo de Korrika. A otros nos parece una infumable aberración, un insulto a las víctimas del terror, una ilegítima explotación particular de una ilusión colectiva. Se da la circunstancia de que, no nos engañemos, a bastantes de los primeros también les parecía normal, y hasta fenomenal, que antaño el mismo sujeto portara instrumentos más peligrosos, pero pelillos a la mar. Dado que estamos ante un dilema ético que nos pintan irresoluble, los cabreados al menos exigimos respeto a la inteligencia: el rechazo a la carrerita en primera línea del responsable de infinito sufrimiento no es fruto de ningún odio al euskara. Es mero sentido común.

Dejemos, pues, a un lado la cosa del bien y del mal, esa idea tan cursi y etérea, y pongámonos materialistas. Explica AEK sobre Korrika: "Dos son sus objetivos principales: promover la conciencia a favor de nuestra lengua y recabar apoyo económico para fortalecer el quehacer diario de los euskaltegis". ¿De verdad alguien piensa que las fotografías de asesinos y cómplices ayudan a recaudar dinero para la enseñanza y promoción del idioma? ¿En serio? Si así fuera estaríamos ante un problema social y neuronal, amén del moral. Pero no, me temo que lo que ocurre es más sencillo: les importa muchísimo más lo suyo que lo nuestro, más lo suyo que AEK, más lo suyo que Korrika, más lo suyo, en fin, que el euskara. Solo así se entiende que unos pocos a sabiendas perjudiquen tanto a tantos, algo que, por cierto, también sucedía antaño. Dentro de una década dirán que estuvo feo. Beti bezala.