“Si nos confiamos, somos muy malos” (Pedro Mari Zabalza). La reflexión del mítico entrenador rochapeano dirigida a afición y vestuario rojillos, aplicable a las candidaturas y al censo electoral “rojos”. Elecciones forales y municipales. El partido del domingo 26 sentencia cuatro años. La intensidad participativa en las generales fue tan alta en Navarra que la relajación o el cansancio pueden acarrear consecuencias negativas. Hay que mantener la tensión por el cambio. Los propios integrantes del cuatripartito se reparten reproches. Comparten caladeros de votos y todos quieren crecer aun a costa de asociados. Legítimo. Un reparto distinto de la representatividad de los actuales sumandos puede ser aceptable. La suma, intocable. Resultados mínimos: 26, en el Parlamento Foral; 14, en el Ayuntamiento de Pamplona. Guarismos mágicos. Una fuga a la abstención o un trasvase afuera de los actuales agentes del cambio, desastroso. Ningún error mayor que contribuir a hacer decisivo al histórico defraudador. Consolidada la vigente situación, habría mucho que negociar y resolver: implicación de cada sigla en los equipos de gobierno, visibilidad pública de las mismas, opción de presidencia rotatoria (en supuesto de similar implantación), programa diáfano de acción de gobierno, lealtad al compromiso colegiado. La diversidad enriquece. Neutraliza maximalismos y personalismos. Segundos comicios en un mes. Esfuerzo añadido de decidir sobre tres urnas distintas: Europa, Comunidad, Municipio. La coincidencia favorecerá un claro aumento de la participación en las europeas, siempre acogidas con inapropiado desinterés dado su mandato imperativo sobre políticas nacionales, regionales y locales. Pero el efecto contaminación de generales y europeas acecha al sentido último del voto más cercano. Inercia peligrosa. La derecha y el socialismo opositor la desean aquí. Dilema radical: persistir en la vía del cambio o meter la marcha atrás. Plebiscito.