El PSN ha contribuido con uno a la merma en tres escaños de la dotación de diputados del PSOE. Incapaz de mantener su segundo representante, rescatado con apuros en abril y que fuera un fijo (1986-2008) en el reparto por Navarra. Santos Cerdán, su único diputado por esta circunscripción, fanfarroneaba en vísperas: “Los socialistas estamos en disposición de ganar a las tres derechas en Navarra”. Un inflado. Ni de mantenerse han sido capaces. Sumar votos es más complicado que sumar adeptos en la oficina de colocación de la desmesurada estructura del Gobierno navarro. Bildu amagó en las anteriores generales y ahora les ha dado el palo. Recorte de 13 a 9 puntos entre ambas siglas y un escaño arrebatado. Caída en 7 puntos (33.000 votos) de la participación. Navarra Suma mantuvo su porcentaje cercano al 30% -los de Ciudadanos con mirada de alivio, agazapados en su escondite foral-, aunque por debajo de la barrera psicológica de los cien mil votantes. A efectos de UPN, el peor porcentaje de voto desde 1986 (salvo 2015) y, ya con el PP, el menor número de votos desde 1993. El PSN también mantuvo porcentaje, con similar rédito a la baja. Podemos y sus satélites bajaron de segunda (2015, casi 23% de los votos; 2016, 28,33%) a cuarta fuerza navarra (16,06%) en el Congreso. El único y notable ascenso correspondió a la izquierda abertzale, crecida en diez mil apoyos y más de cuatro puntos. Por encima (algo más de un punto y 7.000 votos) de Amaiur en 2011. Gran descenso de Geroa Bai, treinta mil votos y 9 puntos por debajo de su última presencia en el Congreso (Uxue Barkos, 2011) y con casi la mitad de respaldo que en abril. Su candidata, María Solana, considera que los ciudadanos votan solo en clave estatal. Lo mismo habrían hecho aquel año triunfal, secuela de Nafarroa Bai, ¿no? Barkos puso su carisma al servicio de la campaña -publicidad y actos públicos-, pero evitó aparecer en la foto finish de la noche electoral. Los fracasos dañan.