Respetada familia: en este mes de aniversario y con todo afecto, me dirijo a ustedes para trasladarles una oferta destinada al eterno descanso de Francisco Franco. En mausoleo público, con la dignidad que merece. Tras recuperar la alcaldía de Pamplona también para sensibilidades afines a aquella Cruzada de Liberación, unas de mis primeras palabras fueron: “Tengo claro que los Caídos no se va a derribar”. Los generales Mola y Sanjurjo fueron desalojados de la cripta del monumento. Sus restos desaparecieron del lugar. Esto facilita el acomodo de Franco, como las desapariciones accidentales de aquellos militares le facilitaron en su día la dirección de la salvadora sublevación militar. Recuperada por mi iniciativa la denominación de avenida del Ejército para una de las principales arterias de la ciudad, estaría igualmente dispuesto a restituir el de avenida del Generalísimo Franco a la ahora rotulada como de la Baja Navarra, otro de los territorios que el separatismo vasco aspira a incorporar a su fabulación de Estado independiente. Con prudente supresión del superlativo ísimo, quizá obsoleto. Uno los edificios característicos de esta avenida es la parroquia de San Francisco Javier, patrono de la patriótica y laureada Navarra, que el Caudillo inauguró. La comitiva podría transitar, pues, por las avenidas del Ejército y del General Franco hasta su destino final en el Monumento a los Caídos. Se ubica en la bien llamada Plaza de la Libertad, pues el Caudillo Franco nos liberó de anarquistas, socialistas, comunistas y otros enemigos de la Fé. Complementaría y realzaría el acto un paso del féretro a hombros de familiares por la plataforma del Labrit, en el magnífico entorno de las murallas. Sin palio para ganar en visibilidad. Pero está pendiente de una prueba de carga y daríamos pábulo a la chanza popular. A la espera de su decisión, suyo afectísimo, quien como él practica la censura, Kike Maia, Iruñeko alkatea. (Ficción literaria).