engo las caderas ágiles cual adolescente. A mi edad. No es por habilidad en el manejo del hula hoop, ese popular aro de plástico del que soy casi coetáneo. Iniciar el movimiento y caer de la cintura a los tobillos es la menor medida de tiempo. La movilidad de mis caderas se entrena en los paseos urbanos. Para driblar atropellos. Yincana de imprevistos en forma de bicicletas y patinetes eléctricos. Caminar relajado es una imprudencia. La vista ha de otear el horizonte. Para sortear la bici o el vehículo de movilidad personal que viene de frente con descuido o arrogante superioridad, o para coordinar con las miradas un comportamiento conciliador de los respectivos caminos. Por la espalda, también alerta. Un desplazamiento corporal sin previo giro cauteloso del cuello puede deparar un desagradable impacto. Ellos te ven, pero no conocen tus intenciones. Están imbuidos de la creencia de que respetarás el principio de la línea recta como camino más corto. Lo que cortan es el aire cuando pasan a tu lado. Tienen fe en la estabilidad física de los ancianos y en la quietud de la infancia. Circulan por aceras de cualquier ancho y candan el vehículo en árboles (prohibido), así como en farolas, señales o tuberías sin dejar el espacio de paso exigido (2 metros). Mejor fuertes en aceras y paseos que débiles en calzada. La Media Luna les dibuja una raya por el centro de la senda principal, pésima ocurrencia de conciliación con los caminantes del parque. Ignoran la obligación de echar pie a tierra en las estrechas y empinadas rampas de acceso a la plaza de los Fueros. El equipo de gobierno pamplonés reconoce incumplimientos de la Ordenanza de Movilidad -en vigor efectivo desde agosto de 2019- por parte de usuarios de bicicletas y de los diversos tipos de patinetes eléctricos. Se va a gastar dinero en una campaña informativa. Un exceso. Bastaría con se informasen sobre la normativa vigente. Accesible y clara en sus pantallas. Por civismo.