ué cabeza. Al concejal delegado de Seguridad Ciudadana del Ayuntamiento de Pamplona se le olvidó colocar en lugar visible la autorización de aparcamiento en zonas reguladas y restringidas. Consecuencia: vehículo retirado. Sin consecuencias sancionadoras: ni multa ni tasa de la grúa. La envidia de tantos despistados que omiten la confirmación del pago telemático o no se percatan del vuelo del tique impulsado por el aire en el cierre de puertas. Gentes normales, por otra parte. Las del alcalde Maya. La culpa no es del concejal. Es del sistema. Cómo se puede obligar a esa nimiedad de la exhibición de la tarjeta a quien tiene en la cabeza nada menos que la seguridad de la ciudad. Una chorrada en el contexto de tanta responsabilidad. El documento debería llevar un sensor dotado de voz virtual -un o una Siri- que advirtiera del descuido al sentir la salida del usuario: "No sea majadero, póngame en el salpicadero" o "Esté atento, me ha dejado en el asiento". El propio coche del edil tendría que estar habilitado para reaccionar ante el enganche de la grúa: "Quieto parau que estoy enchufau". O una conexión bluetooth de alerta al aparato sancionador: "No sigas adelante. No sabes quién está al volante". O un código QR con menú de privilegiados y lector para empleados del control de aparcamientos y operarios de la grúa. Que las prebendas relajan. Son un vicio. Masaje en el cerebro. La dedicación política de un concejal delegado no debe distraerse con el sobresalto del coche retirado, la visita al depósito, el coñazo del expediente, la rendición de explicaciones ante una oposición ansiosa de fallos y el debate social de terraza -ahora no puede ser de barra- entre componedores de excusas eximentes e intolerantes con la irregularidad accidental. Pero el rótulo más disuasorio ante la operación de retirada del vehículo viene sugerido por la actitud machista de Labairu con las concejalas de EH-Bildu: ¡Atención. Carga peligrosa: testosterona!.