“Maricón”. ¿Quién no lo ha usado como insulto? No es que la persona destinataria fuera necesariamente homosexual, simplemente es una manera que tenemos de expresar enfado, oposición, incluso odio, hacia quien la recibe. ¿Han pensado en cómo se toma el insulto alguien que realmente ES homosexual? El agravio es entonces de otro tipo, parte del acervo de un mundo en el que al diferente se le señala, acusa o ridiculiza. En tiempos se le expulsaba de la comunidad, se le encarcelaba o hasta se le quemaba. Hay una tradición inveterada de atacar a la gente por estas razones, bien lo sabemos, en este católico y romano país.

Un estudio reciente mostraba que maricón es el insulto más frecuente en los centros educativos; un 40% de estudiantes LGTBIQ reconocen haberlo sufrido en algún momento. Una cuarta parte de estas personas sufren también amenazas físicas y un 5% del abandono escolar se produce precisamente por el maltrato como consecuencia de la orientación o identidad sexual. Por supuesto, en el caso de niñas, niños y adolescentes trans la cosa es aún más terrible: una parte importante de ellas y ellos se ven apartados y atacados.

Hace unas semanas, a través de las redes, la gente comenzó a contar que por ser LGTBIQ a lo largo de su vida habían sufrido instancias que no deberían haber ocurrido: no solamente insultos, maltrato, bullying o agresiones verbales y físicas. En muchos países la cosa puede terminar en penas de muerte, cárcel o destierro. En otros parece que toleramos mejor el que el vecino resulte ser maricón. Pero queda mucha tela que cortar y mucha homofobia por desterrar. Les invito a que dejen de usar esos insultos homófobos. Sepan que a muchas personas nos hacen la vida ciertamente más incómoda, y más a la gente que está comenzando a intentar vivir su vida en un mundo tan heteropatriarcal como este.