En 1993 unos investigadores afirmaron haber encontrado en el cromosoma X un marcador, el Xq28, que parecía estar relacionado con la conducta homosexual. Era un estudio limitado a hombres (italianos) y demasiado débil para las conclusiones que presentaban. Posteriormente no se pudo confirmar una relación similar para otros grupos con diferente orientación sexual. La idea del “gen gay”, sin embargo, quedó como algo que parecía que dotaba de naturalidad a la diversidad sexual: es algo normal, está en tus genes. Pero igualmente, y sobre todo, daba alas a los lgtbfóbicos habituales que decían: es una enfermedad de origen genético, habrá que curarla. Cuando se vio que no había gen gay entonces de un lado parecían decir: no está en los genes, es muestra de la enorme diversidad humana en conductas. Pero del otro decían: si no es natural, si no es genético, se pueden hacer terapias de conversión. La ciencia no aportó luz en el tema: algunos estudios acudían a ciertas hormonas en el embarazo o momentos perinatales, o a ciertas características fisiológicas que se correlacionaban con ser o no LGTB. ¿Recuerdan lo de la relación entre dedos índice y anular de la mano derecha y la testosterona? Pero nada conclusivo.

Ahora la nueva ciencia de datos aporta un análisis de más de 400.000 genomas que nos dice que no hay un gen, pero sí una serie de posiciones en nuestro ADN correlacionados con la conducta homosexual. Aunque los genes solamente darían cuenta de entre un 8 y un 25% de la influencia en ser heterosexual o no. El resto puede estar en otras partes de la biología, en el ambiente, en la cultura... Ni un argumento a favor del discurso del odio, no hay ciencia en ello. Es más, me pregunto si ellos se quedarían tranquilos sabiendo que sus genes tampoco les determinan a ser heteros y demás. Que se lo miren, por si acaso.