n los momentos más duros de la pandemia, muchas redes vecinales trabajaron para solucionar las necesidades básicas de familias vulnerables y de ancianos que vivieron el confinamiento en soledad. Energías comunitarias y movimientos sociales robustos antes de la última primavera se reinventaron como entramados de apoyo mutuo y dieron cuanto pudieron. Entre ellos, el desarrollado en el Casco Viejo de Pamplona, recogido por AZ Ekimena en el documental Sólo el barrio salva al barrio que acaba de presentarse a los vecinos. Los desmemoriados volvieron a sentir aquel triste silencio que recorrió nuestras calles durante semanas y los intentos de exorcizarlo con juegos y músicas de balcón a balcón e incluso con una radio que rompiera el aislamiento de quienes no tenían otra vista que el patio o el cielo. El barrio decidió cuidarse y cuidar a su comunidad y unos se pusieron a confeccionar y regalar en el mercado las primeras mascarillas que vimos, otros fabricaron pantallas protectoras y muchos se apuntaron a hacer las compras, bajar la basura o charlar un rato con los abuelos encerrados en sus casas. Tal y como decía el cartel colgado en las verjas de San Francisco: "Para recados, medicinas y mandarinas, pide ayuda a tu vecina". Algo bueno tenía que salir de tanto horror€