sta semana las carreteras navarras han logrado ese triste protagonismo que sólo alcanzan cuando se convierten en escenario de muerte y destrucción. No es normal, pero en pocas horas dos conductoras riojanas que iban y volvían de trabajar fallecieron tras colisionar frontalmente a la altura de Viana y una madre y sus dos hijos menores resultaron heridos graves al salirse de la vía y volcar su vehículo en el término de Obanos. Como no hay dos sin tres, y salvando las distancias dado que el conductor dio positivo en alcohol y drogas, otro accidente provocó cuatro heridos en Javier. En este caso, el coche chocó, volcó y pese a ello pudo continuar su marcha hasta que se incendió. ¿Para explicar la acumulación de desgracias basta con pensar en un día de mala suerte o en la coincidencia? Ni idea, llevamos tanto tiempo sin dar pie con bolo que casi todo lo que puede salir mal, sale mal en muchos ámbitos de la vida. La pandemia sigue a lo suyo, mal en nuestra tierra y en otro lugares del planeta, mucho peor; las vacunas son la esperanza pero crece el miedo a sus presuntas consecuencias malignas, más si aquí mismo fallece un hombre poco después de recibir su dosis. No tiene por qué haber relación, sabemos que el riesgo -que siempre existe- es bajísimo, pero es que estamos de bajón.