ada semana tiene su noticia y creo haberla encontrado: "Ocho meses de prisión por vender 66 pares de zapatillas falsas en el top manta en Sanfermines de 2019". El procesado, un senegalés afincado en la Ribera, aceptó la pena por un delito contra la propiedad industrial y no ingresará en la cárcel. Eso sí, tiene que indemnizar a la firma Nike con 650 euros, que el hombre ha pedido abonar a razón de 50 euros al mes. Más datos: este joven trabaja en una conservera, es padre, no tiene antecedentes por delitos semejantes y siempre ha negado las acusaciones. Dejando al margen la hipocresía de esta sociedad que corre a los manteros por las calles mientras en Internet se puede leer compra zapatillas falsas o Nike baratas de imitación, me asquea el hecho de haber llevado a los tribunales a una persona entre un mar de gentes que produce, transporta o vende falsificaciones por todo el mundo. Pero, sobre todo, me rabia la multa aunque se ajuste al Código Penal. Pienso en la multinacional estadounidense -líder desde hace siete años en el ranking de las marcas textiles más valiosas y con un valor superior a los 25.000 millones de euros- recibiendo de nuestro protagonista 50 euritos durante trece meses y me dan ganas de volcarles el género, de no comprarles ni agua, de algo...