ste largo fin de semana es de los de echar a correr y no parar, siempre y cuando seas uno de los afortunados con posibilidades de escapar unos días. A la mayoría no nos queda otra que aguantar lo que nos viene encima y lo primero que cae es agua. La muy necesaria y esperada lluvia tiene también su cara B, aquella que empuja a muchos a encerrarse en casa y provoca el primero de sucesivos bajones invernales; ese tipo de tristura que, sin duda, nos va a empapar a todos esta tarde cuando oscurezca para las 6. En esto tengo una firme opinión: entiendo que el horario de invierno le puede dar vidilla a quienes madrugan mucho pero entrar durante meses en la noche a la par que los chavales salen de la escuela y abre el comercio ni me convence ni jamás me convencerá. Para colmo de males, ha llegado halloween, esa fiesta tan cansina como extraña que se celebra por barrios (nunca mejor dicho) con telarañas y chuches de ínfima calidad y que, hay que reconocerlo, hace muy feliz a la chiquillería disfrazada. Está claro que de este tristorro finde sólo nos salva el empate de Osasuna en el Bernabéu y, en concreto, a mí el recuerdo de aquel engreído merengón cuando me dijo que comparar a su Madrid con mi equipo era como asemejar a José Tomás con el bombero torero. ¡Venga esos bomberos!