pues sí. Aunque no lo parezca hubo una Cumbre del Clima; corrieron ríos de tinta, mensajes a favor y en contra, horas de televisión y radio con conexiones en directo, manifestaciones en las calles y en las redes sociales, seguimiento de cada paso y cada gesto de la niña Greta, ponencias entre alarmantes y bienintencionadas, y un acuerdo final de mínimos sellado en la prórroga porque se hacía tarde y había que volver a casa. Más ruido que nueces. El Gobierno de España decidió suplir la organización encomendada en principio a Chile y mostrar músculo para los grandes eventos; que si ya fueron capaces de preparar un dispositivo de seguridad para albergar a los miles de hinchas de Boca y River desembarcados en Madrid (la final de la Copa Intercontinental no pudo celebrarse en Buenos Aires por miedo a graves disturbios), cómo no iban a conducir una cita de gentes preocupadas por la supervivencia del planeta y de la especie humana.

Estas cumbres, por lo observado en los últimos años, tienden a resolverse con un explícito “vuelva usted mañana”; porque tras comprobar que los avances conseguidos son pocos para lo que reclama la urgente necesidad de reducir la emisión de gases, los presentes y los ausentes ponen su anhelo en que en la próxima cita ya haya algo más sólido a lo que agarrase. En esa expectativa pueden pasar años mientras esas mismas potencias que pasaron de acudir a Madrid (Estados Unidos, China, Rusia?) eluden sus responsabilidades.

Si no hechos tangibles, las comunicaciones y los mensajes de la cumbre han dejado un denso vocabulario medioambiental, conceptos de nuevo cuño como ecocidio, ecopostureo, descarbonizar? De todo este léxico me gusta el término solastalgia que, según los expertos, es una afección que presentan aquellas personas que sufren con angustia las consecuencias del cambio climático o los desastres medioambientales. Tiene tratamiento, pero esta última cumbre no ha hecho sino empeorar el cuadro clínico de quienes presentan esos síntomas. Y el futuro no pinta mejor. De ahí a la ecoansiedad, solo hay un paso.