la coalición Navarra Suma facilita poder municipal en forma de alcaldías y gana elecciones, las últimas los comicios generales del 10-N. Se comprende por tanto la apuesta firme por mantener la fórmula del PP y Ciudadanos, que en las autonómicas de 2015 concitaron por separado apenas 13.000 y ni 10.000 votos, respectivamente. Sin embargo, lo que resulta óptimo para esas siglas con cero aspiraciones de presidir Navarra se torna en más que cuestionable para un partido que como UPN pretende reconquistar la Diputación Foral sobre la base de los casi 93.000 sufragios -para un 27,5% de porcentaje de voto- que recabó por su cuenta hace cuatro años. Más a la vista de la evolución de Navarra Suma, que aun agregando los apoyos de Vox de hace diez días se mantiene a una distancia de casi 91.000 votos de la adición entre PSOE, Unidas Podemos (Podemos e I-E) y Geroa Bai más EH Bildu. Un trecho agudizado además, pues en las autonómicas de hace seis meses se registraron 78.000 sufragios de diferencia entre ambos bloques, conformados por cuatro siglas a la diestra y cinco a la siniestra. La aritmética acredita que, con el vigente sistema de mayorías parlamentarias, difícilmente un líder regionalista sentará de nuevo sus reales en Palacio si persiste esta dinámica de frentes justamente alentada de forma suicida por la dirección de UPN, cuando además la derecha ha perdido casi una cuarta parte del voto desde el año 2000. Una dialéctica de trinchera sustentada en Navarra Suma, que integra a un partido antiforalista y además agonizante como Ciudadanos y a un PP que sigue en mínimos históricos con el segundo peor resultado en unas generales y que representa una línea roja para el socialismo como su auténtico antagonista político. En algún momento, iniciada ya la cuenta atrás para su próximo congreso, UPN debería replantearse su actual apuesta por una polarización que optimiza los votos conservadores pero que paradójicamente le aleja cada día más de la presidencia foral, para centrarse así desde la moderación y con el interés exclusivo de esta tierra como único referente, ya sin ataduras de índole estatal que le limitan los pactos. A este paso, Navarra Suma será la tumba de Esparza, aunque él no lo vea. Todavía.