pese a la profusión de imágenes circulando a troche y moche por las redes sociales y televisiones, de las más vomitivas en los últimos tiempos las de Ortega Smith mirando altivo para otro lado con esa chulería típica del facherío de toda la vida mientras una víctima de la violencia machista le imprecaba por el negacionismo de Vox ante una verdadera tragedia social sustentada en sangre y datos. Una escena irritante pero con un efecto benefactor, el de poder comprobar en toda su crudeza la ultramisoginia y también el ultrarracismo de la extrema derecha, pues su representante despreció a la mujer que le cantaba las cuarenta por su condición de fémina y asimismo de inmigrante, en concreto marroquí. Constatadas la ralea política y la insensibilidad de esa gente que concibe la patria como una bandera con la que atizar al diferente -así, en general-, abochornan las declaraciones de PP y Ciudadanos reprendiendo con cuidado a Vox por sus veleidades falócratas y xenófobas, al estilo del padre que propina un ligero tirón de orejas al hijo díscolo. Una manifestación colosal de cinismo además porque esos dos partidos han nutrido a conciencia al radicalismo conservador, primero mediante la asunción acrítica de su agenda supremacista sin cuestionar medios ni fines, luego naturalizando su lenguaje agresivo y falaz, y más tarde blanqueando ese movimiento a efectos institucionales porque en el fondo se trataba claro de agregar sus votos para mantener o conquistar espacios de poder al coste que fuera. Tanta desfachatez alcanza las máximas cotas cuando el PP y Ciudadanos, en comandita con sus soportes mediáticos, incluyen a Vox en el bloque pretendidamente constitucionalista al que se contrapone la antiEspaña, otra cesión semántica vergonzante que retrotrae al franquismo original. Como si la ultraderecha no aspirase a demoler las Autonomías -y antes los derechos históricos, como los que asisten a Navarra- , a liquidar derechos individuales básicos y a reinstaurar la confesionalidad del Estado, por ejemplo. La degradación se explica porque hemos pasado como si tal cosa de Ortega y Gasset a Ortega Smith. Así nos va. Y peor que nos irá si no se remedia cuanto antes.