Desde que los partidos de izquierdas empezaron a hablar de la regeneración de la política, de una nueva manera de estar en la instituciones, de acabar con la casta, de abogar por una política real, directa y participativa como única salida posible ante la deriva de la derecha marcada no solo por el retroceso en los derechos sociales sino por el peso de la corrupción, casi todo ha ido de mal en peor y cada vez está más lejos la posibilidad de un entendimiento real entre las fuerzas progresistas por mucho que hablen las urnas y lo repitan los votantes. Si antes la desconfianza en la política era tema para unos pocos, ahora según las encuestas ocupa los primeros puestos. Y sin confianza no hay relación que aguante, ni personal, ni pública y sin puentes de relación entre los representantes políticos y los ciudadanos y ciudadanas difícilmente puede seguir viva la democracia, esta frágil democracia que hoy se tambalea y apenas se sostiene. Preocupa y mucho la incapacidad de los dirigentes estatales, los que abanderan esa regeneración, a la hora de lograr los acuerdos mínimos para poder llevar a buen puerto un programa de Gobierno progresista que garantice una acción política volcada en los intereses ciudadanos y no en la mera cuota partidista y el reparto de asientos. Suspendieron en junio, no se aplicaron en julio y han vuelto a suspender en septiembre dejando a la sociedad en una situación de peligrosa desconfianza donde acaba ganando el “para qué votar si todos son iguales” que tantas veces da alas a las fuerzas conservadoras y al populismo de la ultraderecha. Lo que viene el 10 de noviembre no es una segunda vuelta de lo que fue el 28 de abril, no puede serlo. Todo ha cambiado. Ya no hay margen para el error ni comodín que valga. Con la sentencia de Catalunya al caer y la amenaza de Sánchez de un nuevo 155 poniendo “la ley por encima del diálogo” desoyendo a la sociedad que aboga precisamente porque sea el diálogo la raíz de la que nazca cualquier proyecto político de futuro, el margen para la confianza es cada vez menor.