Este próximo domingo toca votar; vuelven a celebrarse elecciones en Navarra, unas elecciones cruciales en aquellos pueblos y concejos donde no hubo candidatos ni candidatas en las elecciones de mayo. Si en la pasada primavera 84 concejos y 31 pueblos se quedaron sin candidaturas, esta vez la cifra baja hasta los 10 municipios y 43 concejos en los que no se celebrarán comicios. Entidades locales que quedarán en manos de gestoras nombradas por el Gobierno. Pueblos pequeños en los que la vida ya de por sí es suficientemente complicada y lo será más sin representantes locales directos que gestionen lo suyo desde dentro. Es en estos pueblos pequeños donde se hace a veces la política grande. La que no trasciende ni sale en las noticias. La que siempre sabe de pactos y acuerdos entre diferentes. La que hace del diálogo y la participación su mejor aliado. Y es en esas administraciones locales donde en ocasiones han comenzado su carrera política quienes luego la han ejercido en otros foros ya superiores. Es en esa entrega a tu pueblo y tus vecinos, a tu comunidad, a los problemas cotidianos, a las necesidades básicas que precisa la vida en común, al empeño en dar voz a quienes no la tienen, a hacer una política de proximidad y a escala lo más humana posible, a trabajar para que la vida siga y los pueblos sigan vivos donde está la verdadera razón de ser de la mayoría de los alcaldes, alcaldesas, concejales o representantes de concejos de nuestros pueblos... Y eso exige muchas horas de trabajo, muchas curvas, reuniones, aprendizaje, kilómetros en solitario por carreteras en invierno con nieve o en malas condiciones; exige pasión, entusiasmo y dedicación, que va mucho mas allá de pertenencia a partidos o siglas y que raras veces tiene el reconocimiento que se merecen, con lo mucho que tenemos por agradecerles. Viendo la situación en Navarra se ve que es esencial tratar de revertir la tendencia porque es una de la Comunidades, sino la que más, en donde la falta de candidaturas es más evidente y grave y lo es especialmente en la zona norte. Allí donde es mayor la desigualdad frente a la capital. Nadie quiere coger el testigo. No hay relevo. Y sin nuevas generaciones que se impliquen en la gestión directa de los pueblos, estos tienen difícil su futuro.