Teruel no solo existe. Resiste. Y resiste no solo al olvido institucional histórico de la zona sino al bochornoso y denunciable acoso al que se ha visto sometido en los últimos días su representante político, por parte una derecha desaforada que no sólo quiere seguir anclada en el olvido histórico, sin aceptar la realidad ni la verdad, sino que parece querer borrar del mapa a aquellos que no piensen como ella. Si ya tenía un gran merito que un movimiento ciudadano que se declara "espontáneo, plural e independiente", impulsado desde un rincón de Aragón, lograra llevar no solo su voz sino la de todos y todas los que padecen la despoblación en el Estado al Congreso, cosechando los 20.000 votos que le daban derecho a un diputado, lo ajustado de la investidura y esta actitud de la derecha y la ultraderecha han acabado por dar el espaldarazo mediático y político definitivo a Tomás Guitarte, que ha pasado de ser un arquitecto desconocido a ser un personaje de moda. El fenómeno con Teruel existe y su fuerza ilusionante recuerda a otros precedentes de pequeñas formaciones políticas que lograban llegar a Madrid con un discurso fresco y novedoso. Por proximidad geográfica es fácil acordarse de Labordeta, diputado por Chunta Aragonesista. Pero Navarra también ha conocido experiencias en este sentido en momentos tan delicados o más que el actual. Parece que siempre que se plantean candidaturas y propuestas en positivo, con el "existe" o el "bai" por delante de otras ideas, a favor de los derechos de las personas y nunca en contra de nadie, la sociedad acaba dándoles la fuerza de los votos para que lo traduzcan en palabras. Porque el Congreso debe ser sobre todo un foro de palabras e ideas, de diálogo entre diferentes, no de insultos y pataletas. Y en esto del diálogo, el diputado de Teruel existe parece tener temple. Su irrupción, más allá de haber sido uno de los dos votos decisivos en una balanza muy ajustada, tiene el plus cualitativo de abrir una nueva dimensión en el necesario y pendiente debate territorial que no solo se centra en el eje centro-periferia, sino también en el de ciudad-campo, mundo urbano frente a rural. Un mundo, éste último, que no solo existe sino que, también resiste.