Doce y media de la noche del sábado, salida del parking de Plaza de Toros. Control de alcoholemia. Me sorprendió la hora en la que los agentes municipales realizaban sus tareas preventivas pero enseguida me di cuenta que ya no es necesario retrasar los alcoholímetros hasta las tres o cuatro de la mañana. La ciudad ha cambiado. La gente ha adelantado sus horarios de salida por bares y restaurantes tras la pandemia y seguramente los hosteleros agradecerán los nuevos hábitos a la hora de organizar los turnos de trabajo. Había quedado a las ocho y media de la tarde en el centro, y mi amiga y yo eramos seguramente salvo alguna excepción las únicas personas que llevábamos mascarilla por la calle. Ambas con sendas FFP2 seguramente éramos consideradas dos extraterrestres por las calles de lo Viejo. No es que la gente llevara una mascarilla guardada en el bolso o bolsillo, es que la mayoría había salido de casa sin ella, y no hablo de gente muy joven precisamente. La noche invitaba a estar en la calle y tomarse algo en una terraza pero en el interior de los bares la euforia desatada era mayor si cabe (discotecas, bares y restaurantes a rebosar con foro completo en muchas ocasiones). "La gente te pregunta: eres fulana o mengano verdad?, hacía tanto que no te veía, y tiene ganas de abrazarte y de bailar contigo... es una experiencia bonita, casi yo diría que adolescente, como si nos hubiéramos marchado muy lejos o tuviéramos la necesidad de recuperar el tiempo perdido...", me decía una amiga a la que encontré en mi batida por las calles de siempre, Navarrería, Mercaderes, San Francisco...¿No entras adentro? Todavía no, me he acostumbrado a las taburetes y de momento prefiero estar afuera, estoy en fase de transición, respondo. Les entiendo, entiendo que este momento que nos está tocando vivir no tiene que ver sólo con la necesidad de salir y disfrutar del fin de semana tomando unas cervezas con amigos y amigas, es otro ritual el que añorábamos y que la pandemia nos había arrebatado, es la necesidad de tocarnos, de abrazarnos, de sentirnos, de besarnos, de gustarnos, de poder contar algo íntimo al oído...Fue una noche revelación, vi una Pamplona con mucho ambiente, muy disfrutona, y pensé que, con independencia de que el virus siga circulando y que tenemos que ser prudentes este invierno dicen que llega el pack de covid-gripe y que puede ser muy cañero necesitamos volver a aprender a vivir con intensidad y gestionar de nuevo nuestras emociones (a veces anquilosadas), y en este sentido la vacuna nos ha vuelto un poco locos o nos ha dado la sensación de ser inmortales. No sé si en algún momento pensamos que este bicho nos iba a cambiar los hábitos. Este finde desde luego no. Brindemos.