la jornada de reflexión viene antes de las elecciones, pero el día para pensar suele ser el de después. Ahora que todo está prácticamente hecho, que hoy casi todo el mundo ya lleva unas horas diciendo que ha ganado, una de las sensaciones que se impone es que la victoria ha vuelto a ponerse del lado de los descreídos, los desanimados, los que no se han sentido movidos por alguno de los discursos que han poblado la esfera pública. Por lo que se escucha en algunas conversaciones, también han ganado los preocupados, los olvidados, los no representados y, especialmente, los atemorizados ante la superpoblación de personajes vergonzosos, tipos de cómic barato, grasientos, sosos y primarios que han saltado a la palestra para recordar que ellos estaban ahí. Estaban de antes, pero ahora han sacado la cabeza y advierten que ellos son los de siempre, los auténticos, los que dan el carné de lo que sea, que insisten en hacerte de su club aunque no te interese lo más mínimo. Los de antes y los de siempre han venido de la mano porque son lo mismo.

No hay vuelta atrás, esto es lo que se ha montado y habrá que estar para lo que nos llega. También habrá que ver el aguante en el tiempo del discurso de burradas en el que se han regodeado muchos, en el que ha destacado unos cuantos que han hecho de portar un pozal de mierda el único argumento político. El que no ha notado el hedor y no ha obrado en consecuencia llega tarde para escapar del aroma porque no se trataba de taparse la nariz.

En este día para pensar también destaca la falta de altura de algunas reflexiones, la baja cultura política -precisamente para los que van de políticos-, las pocas ganas de consensuar, el nulo respeto por todo aquello que no entra bajo las siglas propias, la superficialidad y simpleza de las propuestas. Todo ello ayuda a crear un vacío, un desapego por esta actividad tan importante como es regir la vida de los ciudadanos. Un trabajo -ni puro ni duro- la actividad política que sostiene a muchos que han ido saltando de púlpito en púlpito como único currículo profesional.

Atentos estamos a ver cuándo llegan los ataques de amnesia, la falta de memoria de algunos tras estos días de dialéctica desbocada, porque las bufonadas y salvajadas que se han dicho para la consecución del voto son como para llenar páginas en el particular libro de recuerdos de cada uno. Aunque alguno se quite el maquillaje de payaso o las plumas de indio, lo tiene difícil para recuperar la consideración. Descreídos, no desmemoriados. En el día después, ya se sabe que se utiliza la moviola. Vamos a ver.