a gente muere en las guerras. Es lo que tiene. La matan a bombazos y tiros y también se muere, de ausencia de cuidados, de falta de tratamientos, de carencia de medicamentos, de hambre, de no tener de nada, de huir, de no saber a dónde ir, de todos los tormentos que tienen que ver con la falta de humanidad. Esta es la primera guerra que se está emitiendo de forma regular por televisión -algo absolutamente sorprendente-, quizás también porque cada teléfono móvil posibilita a todo poseedor de un aparato la condición de enviado especial, y así hay imágenes de casi todo, a todas las horas, incluso de lo que no tiene interés pero como está, se saca. Al principio de esta guerra se coló en medio de la avalancha de imágenes la de un niño muerto. Estaban intentando reanimarle ante la desesperación de una mujer que se suponía era su madre, pero el crío no se movió, ahí permaneció en la camilla de una ambulancia cualquiera, en un sitio cualquiera del infierno de Ucrania. Muerto y sus familias, muriendo. Sueños liquidados, caminos por recorrer, cerrados; amores por descubrir, perdidos e ilusiones a las que darle fuego, imposibles ya de prender. Avisaron en el informativo de que se iban a emitir planos duros, tampoco había un visionado explícito del drama, pero sí lo suficiente para captar todo el espanto de la situación. Ahora no hay modo de intercalar un aviso de cuidado ante la carnicería indecente.

Esta invasión vista por televisión -qué decir por las redes sociales- no deja de colocarnos un puño en el estómago, un ahogo en la garganta, y de provocar todos los sentimientos relacionados con la repulsión, el miedo, la preocupación y también el odio, porque somos humanos con todas las dobleces y miserias. Solo las muestras de solidaridad de la sociedad civil de un sitio y de otro movilizándose para intentar paliar las necesidades de esta guerra inconcebible, hacen que nos reconciliemos con una parte del mundo. Aunque solo sea un instante, porque ya nos despiertan los bombazos.

Al espanto de aquel niño muerto le han seguido otros. Todos los horrores en una imagen. La plasmación del fin de todo lo bueno y puro aún. Y se rompe el corazón, mientras no se ve el final.

En los primeros días de la guerra se se coló en un informativo la imagen de un niño muerto; ahora ya no hay manera de que no aparezcan más por todas partes