La dirección de Podemos ha dado marcha atrás -a la fuerza ahorcan- y ha decidido dialogar con Errejón para tantear acuerdos electorales para la Comunidad de Madrid apelando a la manida unidad y a la necesidad de derrotar al PP. Y, como primer motivo, para cerrar una fractura total del partido que amenaza con desangrarse conforme se acerca la ya hora de acudir a las urnas. Más allá de cuestionables estrategias electorales, el Pablo Iglesias que salió triunfante de Vista Alegre II hace menos de dos años no gana para sobresaltos tras su retirada temporal al chalé de Galapagar para cuidar a sus mellizos y ve que el partido con el aspiraba a llegar al poder se le va de las manos. El cisma al que el portazo de Errejón ha puesto la guinda deja su liderazgo tambaleado, hasta tal punto que una decena de líderes territoriales decidieron tomar la iniciativa y de forma colegiada lanzar el mensaje incluyente de “cooperar antes competir” ante la deriva que va tomando la crisis. Porque además de Madrid, en varias comunidades (Galicia, Extremadura, Cantabria, La Rioja, Navarra) afrontan graves conflictos internos que sin duda pasarán factura en las elecciones de mayo. Y con la evidencia corroborada en las urnas de que con IU no se suma más que si se va por separado. Que es necesario un cambio de programa y estrategia (muchos no se cortan incluso en hablar de refundación) y renovar liderazgos es algo que ya casi nadie discute. Renovarse para no sucumbir a los avatares de la política real. Pero la duda es saber si lo hará de forma inmediata, dejando a un lado las luchas cainitas, o si esperará a que escampe tras los comicios de mayo, donde las encuestas penalizan sus refriegas internas. Lo que parece cada vez más evidente es que ya no es aquel partido pujante e ilusionante que estuvo a punto de dar el sorpasso al PSOE liderado por un Pablo Iglesias que con euforia desmedida proclamaba estar listo para asaltar el cielo de La Moncloa.