Muchas de las intervenciones de Javier Esparza son propias de alguien que sufre un episodio de amnesia, que piensa que vive entre desmemoriados, que le echa un poco de jeta al asunto, o las tres cosas a la vez. De lo contrario es complicado entender cómo el presidente de UPN puede ser tan crítico con decisiones que tomó su partido cuando gobernó, y de las que él fue unos de los grandes beneficiados.

Dice Esparza, sin sonrojarse, que Chivite ha hecho del Gobierno foral una “agencia de colocación”. Aun en el supuesto de que tenga algo de razón, cabría preguntarle al profesor de Gimnasia en excedencia si opinaba esto mismo cuando Miguel Sanz le nombró en 2007 director del director gerente del Instituto Navarro de Deporte y Juventud y pasó a integrar la estructura del Gobierno navarro con más cargos designados a dedo del siglo XXI. O cuando Barcina pensó que Esparza reunía el perfil adecuado para hacerse cargo del Servicio Navarro de Empleo en 2011, precisamente en un momento en que el número de parados se disparaba a diario hasta alcanzar cifras casi de récord. O cuando solo un año después la propia Barcina vio en él dotes de un hombre multiusos y le nombró consejero de Desarrollo Rural, Medio Ambiente y Administración Local, asignándole un sueldo más elevado que el que hoy cobra Chivite.

Tampoco parece hilar muy fino en sus críticas Esparza cuando arremete contra las medidas fiscales de este Gobierno, que tilda de “un castigo inaceptable” a las familias y empresas. Bien sabe Esparza que estas medidas, en la línea de las que pactó el cuatripartito en la anterior legislatura, han permitido incrementar el gasto social y pagar unas cuantas facturas de las que dejó pendiente el disparatado último Gobierno de UPN. Ese mismo Gobierno en el que tenía asiento Esparza y que, según alertó Comptos, dejó Navarra en riesgo de insolvencia económica.